Una misma historia

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Me dormí de forma desconfiada, puede que creáis que es imposible hacer eso, pero se puede, es un sueño de vigilia y tener un cuchillo siempre preparado. Los oía hablar en el piso de abajo, yo me había asegurado de que no pudieran entrar, muchos candados en la puerta, pero no las tenía todas conmigo, si la maga pudo explotar una puerta de piedra pura, no le costaría nada romper una puertecilla de madera.

Ya habían pasado varias horas y los había escuchado moverse por el piso de abajo, después un golpe y vuelta al silencio. Me levanté, no encendí ninguna luz, me asomé a la ventana y vi que era de noche, las lunas podían verse saliendo de detrás de las montañas. Quité todos los candados y bajé, me los encontré a todos tumbados en el suelo o en el sofá, varios libros desperdigados por el suelo y la mesa con una copa extraordinariamente llena. Lo primero era lo primero, recogí los libros y los coloqué de nuevo en las estanterías, después les eché unas mantas por encima para que no se quedaran fríos, y después me llevé la copa a la cocina, y de allí me fui por detrás del enfriador al único cuarto que no habían encontrado, mi armería y laboratorio. Saqué unas gotas de la copa y las eché en un instrumento para comprobar si llevaba veneno, tardaría al menos media hora, así que revisé mi armería mientras tanto, miré que armas me eran necesarias para huir de allí, cuáles eran prescindibles, cuáles podían ser utilizadas por los otros... Mientras estaba revisando todo ello, sonó un goteo, volví a mirar mis instrumentos y vi que, en efecto, no había veneno. Ya tranquilo, terminé de clasificar las armas y tras unos ocho viajes los llevé todos a un cambiador que nos serviría como barracones.

Amanecía un día con una guerra que consumía una tierra de nieve, el inicio fue un relámpago que azotó a la capital y que rebotó en los pueblos que estaban distribuidos por el bosque. Fue un fuego que nació lento, pero que arrasaba todo lo que encontraba a su paso, incluida una villa conocida, una que estaba tan lejos que cierta persona esperaba que quedara fuera de la guerra, pero no fue así. Mientras todo eso sucedía, un joven de unos veintidós años estaba sentado en una silla, al frente de una mesa que se hacía interminable. Aquel joven estaba tomando una copa que, de tanto alcohol, se sentía amarga mientras observaba el lento movimiento inconsciente de las cinco personas que dormitaban en su casa.

Se empezaron a despertar, los vi moverse muy lentamente, como si tuvieran resaca. Me había imaginado algo de eso y estaba perfectamente preparado, los vi levantarse uno a uno, muy lentamente, mirando alrededor desorientados. Fue ese momento de su desconcierto en el que me levanté, intentando no hacer ruido, cogí mi trozo de madera y mi cacerola, y entonces empecé a golpear el uno con el otro. Se giraron asustados, con una mueca a medio camino entre el dolor y el odio, y me espetaron que parara. Yo, que hice caso omiso por unos momentos, paré y les dije que no estarían así de no haber bebido la noche anterior mientras yo trabajaba.

— ¿Cómo pudiste trabajar anoche? – Me preguntó Atnar mientras se sostenía la cabeza como buenamente podía.

— Bueno, yo no estuve en ninguna reunión elitista, por cierto, os he preparado algo de desayunar para que se os pase la resaca, y me debéis una historia. Después ya hablaremos de irnos.

Y corriendo fueron a la cocina, donde mágicamente alguien había cocinado su especial contra la borrachera, lo más pesado que puedas meter en el cuerpo sin vomitar. Y mientras comían, iban pensando en que fragmento de su historia le contarían a aquel demonio, él, en cambio, disfrutaba gota a gota, sorbo a sorbo, su vaso que estaba a medias, cargado con una cantidad de alcohol que la mayoría no soportaría.

Ya regresaban de la cocina, me preguntaron dónde estaba el baño y se lo indiqué. Volvieron a irse al otro extremo de la casa mientras yo reflexionaba. Los había amenazado con algo no concreto si no me gustaba su historia, sabía que podía matarlos sin que lo supieran, pero los necesitaba; necesitaba sus detalles, sus historias, sus vidas para poder huir adonde mi pasado no me acose, sólo tenía que tratarlos bien durante un día más, y entonces por fin sería libre de las cadenas que me ataban, sin embargo, pasó algo que no había planeado.

Salieron del baño y se sentaron en la mesa, pasó un momento hasta que se coordinaron para hablar. Empezó la única dama entre nosotros:

"Mi historia es la misma que la de Enl, por lo menos desde que hui de mi tierra natal. Nací en uno de los pueblos independientes en posición más floreciente, se aceptaba a todos, hasta que cayó el sistema de gobierno que teníamos y volvimos a como era todo antes. Aquello que era distinto era exterminado o expulsado. Yo tuve una infancia feliz, pero conforme crecía, me educaban según era costumbre allí, tenía que saber cómo tenía que ser una buena mujer. Yo no quería nada de eso, pero sabía que todo lo que hiciera se lo harían pagar a mi familia. Estuve así, con aquella lucha interna por mucho tiempo, hasta que un día cambió todo. Paseaba por la calle volviendo a mi casa desde la casa de la casamentera, corría mucho aire y la arena tapaba mucho la visión, sentí que me agarraban de un brazo y tiraban de mí, intenté resistirme, pero eran más fuertes que yo. Eran cuatro hombres que querían... bueno, querían violarme. Estaba asustada, nerviosa y enfadada, entonces estallé. No literalmente claro, pero me acuerdo de despertar después en mi casa y que mis padres me decían que dos estaban muertos, uno inválido y que a otro le faltaba una pierna ("-Pues yo creo que hiciste bien. -Cállate Enl, ya tendrás momento para hablar después"), me culpé a mí misma por ello, pero no duró mucho aquello, mandaron tropas a mi casa para hacerme la prueba. Me cortaron la palma de la mano, y miraron mi sangre salir, era verde. Me encerraron en una prisión para tener tiempo de decidir que hacer conmigo. Conseguí escapar una noche que los guardias estaban borrachos y dormidos. Después crucé el mar que separaba mi ciudad de vuestro país, en el paso de las montañas conocí a Enl, quién me contó que también estaba huyendo, y desde entonces viajamos juntos, nos protegemos mutuamente. De esta forma conseguimos llegar hasta la capital, donde a mí me encerraron por felonía y a Enl por traidor."

Se quedó callada y me miró, no dije nada, sólo moví un poco la cabeza para señalar a Enl y que empezara a contar:

"Mis comienzos fueron distintos a los de Sheen, yo era un monje desde que era niño, mis padres serían unos viajeros que ya estarán muertos, entonces me abandonaron en un monasterio de las montañas, aprendí a leer, contar, escribir... en otras palabras, cosas que sólo se enseñan a los nobles. Cuando crecí, me convertí en el líder de aquel templo, pero no quería aquello, lo que yo quería era vivir aventuras que pudieran ponerme la piel de punta. Y lo conseguí, un día, en la noche, me colé en la habitación de un noble que nos había visitado y le robé su bolsa de dinero, después cogí su caballo y descendí hasta el pueblo más cercano. No me aceptaron, dijeron que entre ellos no querían monjes ni pordioseros. Cuando intenté volver al monasterio me echaron de allí, argumentando que el noble que nos había visitado me había jurado venganza de la peor de las maneras posibles. Entonces hui, fui a uno de los pasos más discretos de las montañas y fue allí donde conocí a Sheen, el resto de la historia ya lo ha contado ella"

— Entonces, ¿qué hiciste para terminar en una de las celdas especiales? – Me picó la curiosidad –. Bueno, podría decirse que aprendí cosas de un druida y que no les puse las cosas sencillas a los de la Ciudadela.

— Entonces tenemos entre nosotros a un druida, una maga, un asesino y a otros tres fenómenos por descubrir. Suena terriblemente prometedor – Suspiré con desánimo.

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora