Destellos de Luna y Sol

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Habíamos hecho un pequeño alto en nuestra partida, en un claro en el medio de algún punto de los Bosquejos; nos dedicábamos a quitar las flechas y los virotes de la madera del carro y a reorganizar nuestros suministros además de comprobar el estado físico de todos. Todos estábamos bien, y Naia estaba en camino de estarlo, tenía algo de fiebre y deliraba entre sueños, la rabia seguía ardiendo dentro de mí, pero la había calmado hasta convertirla en una capa en la que refugiarme.

La noche se acercaba y habían distribuido los turnos, me habían dado la noche entera libre para que me encargara de despejar los alrededores y de atender a nuestra herida; por su parte, se habían organizado por parejas para asistirse entre sí. Mientras el sol terminaba de caer yo fui despejando la zona de todos los posibles inconvenientes que iban desde animales como jabalíes y pumas hasta criaturas tan raras como un gato de dos patas o un humanoide con cuerpo de oso; supongo que es a ese tipo de criaturas a lo que las aldeas tienen tanto miedo. Aunque cuando vivía en el exterior aquellas eran las mejores criaturas con las que podías esperar encontrarte.

Estaba por volver a nuestro campamento, cuando noté cómo una vibración extraña atravesaba el aire, cómo el viento dejó de moverse y pareciera que respirara a través del agua. Y volví a sentirla, aquella presencia que había visto varias veces, pero que me había atemorizado desde el primer momento, hace ya muchos años, cuando había empezado a vivir en la Ciudadela. Y estaba detrás de mí.

— Date la vuelta, y cuidado con hacer algún movimiento brusco, no quiero repetir lo de la primera vez –. Al girarme pude distinguir a una mujer joven de pelo castaño con una cara de pocos amigos y un cuchillo a la altura de mi cuello.

— Mi señora Aria, ¿qué le trae por aquí, a este bosque perdido de vuestras manos?

— El deber de guiarte. No has de marcharte con el resto a los Reinos del Oriente, tu lugar está en la capital.

— Y, si vuesa omniscia lo permite, ¿cómo tras tanto tiempo ha decidido personarse para hablarme? En especial después de lo abrupto de la última vez –. Traté de usar mi mejor vocabulario para evitar cualquier equivocación y consiguiente enfurecimiento por parte de mi interlocutora.

— Esas fueron circunstancias especiales, ya deberías de saberlo. Así como has de saber que desafío la voluntad de los dioses con sólo hablarte, pero has de cuidarte de todo aquel que posea magia en las venas.

— ¿Otra vez la Inquisición ha decretado una limpieza? – Negó con la cabeza y empezó a bajar la daga –. ¿Puede que sea por alguna de sus predicciones?

— Así es, aún eres importante en este mundo, y alguien con magia te llevará al fin de este mismo. Y ya no volverás.

— Mi señora, pareces cansada. ¿Has vuelto de la tierra donde descansa el sol?

— Desgraciadamente aún no he podido volver, pero he estado más allá del desierto; has de vivir hasta ver la llegada del paladín de vuestro creador – Hizo un gesto de escuchar algo y se giró lentamente –. He de marcharme, la tempestad se calma y he de volver a la isla fantasma...

— Como deseéis, mi... –. Me dejó con la palabra en la boca, pues desapareció ante mis ojos y toda la atmósfera volvió a relajarse.

Esa pequeña charla me dejó muchas cosas en las que pensar, si hacía caso a lo que me había dicho, debía alejar a Enl y a Sheen de mí, además de separarme del resto; y por mucho que me doliera, también de Naia.

Mientras volvía al campamento me acordaba de la primera vez que conocí a Aria.

"Corría por las calles con una hogaza de pan que había conseguido birlar de la tienda del panadero; se escuchaban sus gritos llamando a la guardia, pero fui lo suficientemente rápido como para llegar a mi escondite en el cuarto círculo. Aquel día tendría sustento después de casi una semana tratando de conseguir algo que llevarme a la boca; como no tenía nada con qué bajarlo fui a la taberna de Rap, además de para ver si encontraba algún encargo lo suficientemente bueno para hacerlo.

Es curioso que, pensándolo bien, aún tenía mis ojos almendra.

Atravesaba la puerta de la taberna cuando noté como el aire se enrarecía y me costaba respirar, el resto parecía no darse cuenta, pero yo notaba perfectamente como una mujer sentada en la barra hacía que el ambiente se volviera inhabitable. Mi cara era una mueca de esfuerzo y fue por eso por lo que la dama se percató de algo.

Mi yo de diecinueve años no veía raro que una mujer se me acercara y me propusiera ir a un callejón, lo había visto en más de una ocasión; por eso no tuve ningún inconveniente en ir a la calle trasera con ella. Una vez ahí, se presentó como Aria, y yo le di mi nombre profesional, aunque hizo una mueca de decepción.

Tras ello, el aire se volvió plomo y noté como su mirada me leía hasta el fondo del alma. Estaba aterrorizado, el pavor salía por mis poros y no sabía cómo reaccionar. Tomé su mano y mi cuerpo empezó a beber de su poder como si estuviera absorbiendo una crema, mi sombra cortó una parte de la suya, siempre siendo yo, aún no podía convertirme en otros seres. Y así seguí hasta que el ambiente que nos rodeaba volvió a la normalidad.

Ella se separó, me miró con rabia y odio, de tal manera que hubiera deseado haberme desvanecido. Me espetó, furibunda, que le devolviera su magia, a pesar de no saber que era lo que acababa de pasar; entonces me miro mejor y me dijo que me arrepentiría por aquello y que me maldecía con que siempre estuviera marcado con mi humanidad y mi ser; que ningún día sería libre de dolor y que siempre sería reconocible. Desde ese momento, adquirí el conocimiento que esa mujer poseía, me convertí en su marcado.

Entonces salí corriendo de aquel callejón, sin saber que hacer, sin saber cómo reaccionar. Entré en la taberna y pedí hablar con Rap; me llevaron ante él y me preguntó quién era, al contestarle no me creyó y tuve que darle explicaciones. Después acepté un encargo y continué mi vida sin saber que mis ojos habían cambiado.

Mi humanidad era el blanco puro.

La bestia que se escondía en mi era el corrupto negro."

Mi conciencia se calló al llegar al campamento y ver a Naia con sus ojos tormentosos buscar algo con insistencia, pero cesaron toda actividad al verme.

Le hice señas con la mano para que me siguiera, y se levantó y caminó hasta llegar a mi lado; no hablaría de ella de mi cambio de planes, no así, no en aquel momento. La llevé hasta un lago dónde había una orquesta de grillos tocando solo para nosotros. Al amparo de la noche y a la balada de la naturaleza nos decidimos a bailar. En ese momento no existía nada que nos afectara, ningún destino escrito.

Solo existíamos Naia y yo.

Dos almas.

Una tan brillante como el Sol.

Otra tan oscura como la noche que alumbra la Luna.

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora