— Me niego –. Dije automáticamente –. Yo no puedo dirigir a nadie, y menos a una ciudad entera.
— Eso lo teníamos en cuenta, es por eso por lo que el gobierno se va a dividir a partes iguales entre un representante del pueblo, tú y yo.
— Me sigo negando. Tú eres el adecuado para dirigir a esta gente, yo con suerte sé leer y escribir algo más que mi nombre.
— Eso no es esencial, podrías aprender en las escuelas, como hacen algunos adultos.
— Caltraz, esta es la última vez que te lo digo, si hace falta que sea por un tratado que así sea, pero yo me niego a guiar a toda una ciudad.
— ¿Y quién se te ocurre que pueda ejercer el cargo?
— Es muy sencillo, o tú o Zeco –. El aludido se removió detrás de nosotros.
— Pero... eso no puede ser. Piénsalo, Noctis. El pueblo necesita a alguien que les guíe, a alguien que les tienda la mano, a alguien que les atienda y a alguno de los suyos en quien confiar.
— La solución es muy sencilla. Haz buscar a un alquimista llamado Ploit, dile que lo busca Noctis, una vez venga le cuentas todo el embrollo y le dices que todo ha sido idea mía. Ahí tienes al reemplazo, pero de mí olvídate.
— Caltraz, es un buen candidato, pero sería mucho mejor si se lo propongo yo. Ya nos conocemos –. Intervino Zeco.
— Pero... esto no es...
No me quedé durante más conversación, pues Guido optó por retirarnos directamente mediante un salto. Más ángeles y más humanos y elfos se vieron luchando durante el trayecto, más sangre se vio derramada y más tierras fueron arrasadas; aquellos eran los recuerdos de alguien que sobrevivió a una guerra que nadie recuerda; los recuerdos de Guido.
— ¿Y bien? ¿Ahora dónde estamos? – Ya no me sobresaltaba con los saltos que hacíamos, pero nunca sabía a donde habíamos llegado hasta que mi compañero me lo decía.
— En la boca del lobo, nos persiguen otra vez. Un dios. Uno poderoso –. Concluyó con esa frase dando a entender que no se trataba de Aria.
— ¿Podemos pelear? – Pregunté mientras veía que mi lince volvía a crecer hasta convertirse en un Chynthe.
— Pero no podemos sobrevivir.
— No, no podéis –. Irrumpió una voz vibrante –. Hacía tiempo que no me dejaban ir de rastreo, tú debes de ser el que mató a Deriny, y tu mascota es Guido, ¿no? – Preguntó con aquella voz que llegaba hasta lo más profundo del alma.
— Arin, señor de las criaturas y las bestias, ¿cuál es el motivo que os trae aquí?
— Uno muy sencillo, advertiros. Si seguís matando ángeles terminaréis por enfurecernos de verdad y eso llevaría a otra guerra. Supongo que no querrás que se repita, ¿verdad, Guido?
— Lo que no querrás que suceda es el momento en el que te enviemos al infierno –. Dije con más valentía de la que en realidad sentía.
— Mortal, ¿no te das cuenta que de ahí vengo? Recordad mis palabras si queréis evitar que la historia se repita –. Dijo antes de desaparecer entre risas.
— Estamos jodidos.
— Increíble deducción, genio. ¿Ahora que hacemos?
— Cazar ángeles. Nuestra misión sigue siendo la misma, y sin sus soldados los dioses no pueden hacer más que usar su poder y agotarse.
— Suena a un plan de vida muy corto.
— Puede, pero no de la nuestra.
— Y aquí es donde de nuevo rompo la promesa.
— ¿Cuál?
— La única que importa. Mantenerme alejado de cualquier peligro innecesario –. Suspiré resignado –. Por cierto, ¿Aria de qué es diosa?
— Aria controla la vida y la muerte, junto con la magia.
— "Mantente alejado de aquellos que portan magia en sus venas" ... Zorra mentirosa –. Bufé furioso –. Vamos, Guido, cacemos más ángeles.
ESTÁS LEYENDO
Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - Noctis
FantasyExistimos en un mundo oscuro y corrupto cuyo veneno se ha ido esparciendo por las distintas poblaciones humanas dispersas por el mundo, haciendo de los más virtuosos seres crueles e impuros. Los dioses nos han abandonado, a los inmortales nunca les...