Espectros en la niebla

7 2 0
                                    

La noche se estaba acabando, las lunas bajaban lentamente mientras el cielo tomaba un vestido teñido de rojo y rosa. Los árboles estaban congelados y la hierba se quebraba con cada pisada que daba; el hielo se adueñaba de todo el bosque que eran los Bosquejos dándole su nombre.

La temperatura ascendía y el hielo se iba descongelando poco a poco, dando lugar a una neblina de vapor que ascendía y descendía emborronando la visión y dejándome desubicado y envuelto en una niebla húmeda y pegajosa que me congelaba; no veía los faroles de la vía del comercio y el bosque no era precisamente el mejor lugar para quedarte inválido ante todos sus peligros.

Continué andando hacia adelante, tratando de alcanzar alguna fuente de luz antes de que me atacara cualquier criatura. Avancé con el oído aguzado mientras intentaba no hacer ruido tratando de ver algún brillo que delatara el camino que quería seguir. Entonces vi una luz no muy lejos, casi a pocos pasos de distancia, y caminé hacia ella; pero después vi como varias luces más se encendían a mi alrededor, dejándome encerrado en un círculo luminoso.

Saqué la espada corta de su funda de la espalda y uno de los cuchillos rectos del cinto, preparado para luchar con lo que me rodeaba. De repente una luz destelló y se lanzó hacia mí, pasando como un rayo sin darme tiempo a defenderme, haciéndome un corte alargado a lo largo del antebrazo izquierdo; retomé la calma que acababa de perder y me puse en guardia, tratando de caminar lentamente en dirección al hueco que había dejado abierto la criatura, entonces uno de ellos me agarró por la espalda mientras me arañaba el torso; traté de defenderme clavándole el cuchillo donde se suponía que tenía la cabeza, y, al no tocar nada, intenté apuñalarlo en los brazos para librarme de su abrazo, aunque en ningún momento noté que el cuchillo se hundiera.

Me retorcí y conseguí liberarme de una de las diez luces que me rodeaban, aunque no conseguí dañarla. Al no poder atacarlos de manera eficaz, salí corriendo en cualquier dirección mientras unos destellos dorados me seguían a corta distancia, aunque perdí el pie y me caí en un lago. Me quedé dentro del agua todo lo que mi respiración consintió hasta que me vi obligado a salir a tomar aire sólo para ver que las luces aún no se habían ido.

Tomé otra bocanada de aire, me puse en pie de un salto y volví a salir corriendo hasta encontrarme con una fogata a la que llegué sin aire, tras una serie de aspiraciones profundas para volver a mi ritmo normal, miré a mi alrededor.

— ¡No me jodas! ¿Es en serio? – Grité casi regañándome a mí mismo.

— ¿Noctis? ¿Qué haces aquí? – Mi interlocutor me preguntó mientras me miraba con sus ojos de plata.

— Mira Zeco – hice una pausa para respirar porque aún estaba agitado –, no me interesa que me digas que haces aquí, ¿está bien? Lo que me importa ahora es que esta hoguera no se apague porque si no, no vamos a ver otro amanecer, ¿entendido? – Pregunté sin esperar una respuesta –. Vamos maga, ponte a avivar el fuego; tú, Enl, despierta a Karn, va a tener que hacer turno doble conmigo. Zeco, toma – le ofrecí mi espada –, intenta que no entren en este círculo.

— ¿Noctis? Se supone que a estas alturas deberías de estar a medio camino de la Capital.

— ¡Ya lo sé, Karn! Mis planes se han estropeado como siempre – Me empezaron a asaltar los recuerdos otra vez, aunque conseguí esquivarlos de momento –. Vamos, tenemos que defendernos de unas luces peligrosas.

— ¿Has tomado algo raro? No existen luces que ataquen al menos que yo conozca, y conozco a gran parte de las cosas que viven en los Bosquejos Helados –. Vi una luz detenerse detrás Karn.

— ¡Quítate de en medio, te va a atacar! – Di un salto para intentar agarrarlo y apuñalarlo, aunque no agarré nada –. ¿¡Dónde ha ido?!

— ¿Estás bien? No había ninguna luz detrás de Karn, estaba mirando cuando empezaste a gritar – El druida y él intercambiaron una mirada preocupada –. ¿Seguro que no te has intoxicado?

— ¡Estoy bien! ¡No he tomado nada ni me he expuesto a nada, lo juro por las dos lunas en constante movimiento! He visto la luz, y me han atacado, tengo cortes en el antebrazo izquierdo y en el pecho. ¡Mirad! – Enseñé mis brazos y me levanté la camisa –. Ahí están los cortes que me han hecho.

— ¿Noit? ¿Por qué estás gritando? – Salió de la carreta una somnolienta Naia –. ¿Pasa algo? ¿Hay peligro?

— No pasa nada, Naia. Puedes volver a dormir –. Otra luz; delante de Naia, y ella no la había visto.

Tardé menos de un segundo en reaccionar, pero en ese tiempo pude ver su forma: una boca enorme, repleta de dientes afilados y dispares; unas garras tan largas que llegaban a arañar el suelo, con unos brazos tan escuálidos que parecía que se le fueran a caer. Y un solo ojo; una bola luminosa.

Mi reacción fue casi inmediata, saqué una daga y me lancé para embestir a esa criatura antes de que pudiera hacerle nada a Naia; le pillé de improviso y conseguí apuñalarlo sólo para sentir como hundía mi hoja en el suelo. Me giré para ver a Naia y comprobar si estaba bien, pero algo no me cuadraba en toda esa escena; Naia tenía los ojos grises, no verdes.

Mi instinto volvió a tomar el control y clavé mi filo, esta vez en el cuello de mi compañera; para después lanzarles cuchillos arrojadizos al resto de los que me rodeaban. Cuando retomé el control y vi lo que había hecho, pensé que enloquecería, pero entonces la niebla se deshizo; desapareció.

Estaba en medio del camino del comercio y unos campesinos me miraban asustados porque estaba gritando de desesperación. Me ofrecieron a llevarme en su carro a la Ciudadela y acepté.

Sólo conseguí calmarme cuando entendí que todo había sido obra de los espectros de la niebla. 

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora