2. ¡Mili!

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Sasha Greyson

Salimos a través de esas puertas de vidrio y caminamos por el borde del tercer nivel en dirección hacia las escaleras. Cada paso que daba me hacía resistir más y más la respiración ante la ansiedad por saber quién es esa "amiga" que Mila quiere que yo vea. Es tan simple matar esa incertidumbre si me atreviese a preguntarle por el nombre de mi "amiga", pero no lo hago. Quizá sigo con la estúpida idea de que merezco sufrir cada segundo porque le arruiné la vida a Leonor aquel día en Nueva York.

- Umm... No las veo... ¡Ah! Ahí en la proa está ese par. Ven, hay que bajar al primer nivel.

Dado que mi mente estaba en la luna, ni cuenta me di a quién se refirió Mila y solo me limité a seguirla escaleras abajo. ¿Leonor y su novia súper modelo? Lo único que me faltaba era que la pesadita de Tanya Adler también viniese. ¿Acaso no está en temporada de desfiles en Asia o Estados Unidos?

Volví a respirar en el instante en que reconocí esa inconfundible melena castaña oscura de Tatiana bailotear con el castaño brilloso de Jenevieve. Ella ni cuenta se dieron que nosotras nos acercábamos hasta su lugar.

- No me digan. ¿Quieren recrear la escena del Titanic? -bromea Mila al tocarles el hombro a ambas, provocando que se sobresalten-.

- ¡Mila! -chilla mi amiga rusa con total alegría-. ¿Qué onda? Casi no llegamos a tiempo.

- Buenas tardes, señora Ivanova. Disculpe la tardanza -replica Jen con cautela-. El tráfico del centro de Londres nos mantuvo atrapadas.

Desde el principio fui la confidente de los amores y desamores por los que ha atravesado Tati desde que se enamoró de Jenevieve Kyle. Sin embargo, pese a ello, todavía me cuesta aceptar que esta pareja dispareja sea novias y, lo más importante, que se acepten y amen tal como son. La locura de Tatiana y la coherencia de Jen supongo que hicieron match desde la primera mirada.

- ¡Hey! Si aquí está mi amiguísima Sash. Le había apostado a Jen que seguro te harías la enferma para no estar rodeada de tanto esnob por una tarde.

- Casi, casi, pero mi mamá tuvo la acertada idea de convencerme a venir -exclamo entre risas antes de darle un fuerte abrazo a Tatiana-.

- ¿Desde cuándo no nos veíamos? -pregunta la rusa-.

- Antes de Año Nuevo, creo... -murmuro-. Sí, sí... ya me acordé. Salimos a desayunar al club de golf, antes de que se fueran de viaje a Bali.

- Sí, me acuerdo -comenta Jen-. Lo pasamos muy bien esa mañana entre tanto chisme. Qué ingratas que somos, ¿no te parece, amorcito? Está bien que vivamos en España, pero haber dejado pasar el invierno y parte de la primavera para reencontrarnos con Sasha, no me parece.

- Tienes mucha razón, bebé.

Quién hubiese pensado que la lujuriosa y para nada enamoradiza Tatiana Rozhdestvenskaya ahora se derrita como azúcar al fuego con solo una mirada de su novia. Debo de ser honesta conmigo misma y aceptar que siempre creí tener pareja antes que lo haga Tatiana. Si me daban a apostar, jamás hubiese dado ni un penique por la relación entre estas dos. Sin embargo, ahora no siento envidia por ellas sino todo lo contrario. Me alegra que las cosas se hayan dado de esta manera entre ellas.

- Gracias por invitarme, señora Ivanova. Sé que la reunión de hoy solo es entre empresarios e inversionistas -exclama Jen-.

- Qué ocurrencia dices. La invitación era con pareja, pero en los viajes de negocios, la mayoría viaja solo o sola. ¿Por qué será, no?

SuspiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora