24. La Caída del Ángel

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Tokio, marzo de 2026

Leonor Kyle

Cuando llegué a Tokio -hace unos cuantos meses atrás- lo que más deseaba era que el tiempo se pasara en un chispazo. Todo estaba planeado para irme a vivir con Tanya a Los Ángeles -aunque ella no lo supiese-. Mi estadía en Japón no sería más que un recuerdo anecdótico y una experiencia laboral que me serviría mucho para seguir navegado por nuevos horizontes al lado de mi hermosa esposa.

Si la Leo que abordó el avión en Ámsterdam en diciembre me viese ahora, se quedaría con la boca abierta. No por las cosas que hago sino por lo feliz que he estado viviendo este último mes desde que volvía a ser "novia" de Sasha Greyson. En lo posible, evitamos llamar noviazgo a nuestra relación, pero todas las mañanas al despertar, lo primero que digo para mí misma es "viviré al máximo este día al lado de mi novia".

Sí, estoy siendo infiel a mi esposa, pero ella misma dejó en claro que tampoco es una santa. Al principio creí que lo dijo solo para advertirle a Sasha que desconfiaba. Sin embargo, luego del video que la rubia Encantadora -y todavía compañera de cuarto de Sasha- nos mostró, pues me quedó muy en claro que este matrimonio pudo ser perfecto. Mejor dicho: estaba destinado a serlo, pero ni Tanya ni yo buscábamos la perfección. Solo hemos querido ser nosotras mismas desde el principio, y estar juntas -peor con un papel firmado donde se estipula que somos esposas- solo nos limita.

Me pregunto si estas ideas revolotean por la mente de mi todavía esposa. Mientras va a fiestas privadas y se lo paso de lo mejor entre bailes y besuqueos con la rubia de ojos azules como el mar, ¿se planteará la posibilidad de comenzar los trámites del divorcio? O estar casada y ponerle los cuernos a tu esposa lo hace más excitante tener una amante. En mi caso, preferiría estar de una vez ya divorciada, libre, y lista para gritarle al universo entero que he vuelto con Sasha Greyson, pero que esta vez no la dejaré ir ni por un instante. Si todavía no doy el primer paso para el divorcio es porque quiero muchísimo a Tanya. Ella se merece una explicación frente a frente y no por llamada. Con ella compartí más de 2 años de mi vida y siempre tendrá un lugar en mi corazón. El único detalle es que ambas nos equivocamos al casarnos tan pronto y eso no lo entenderán nuestras familias. Bueno, más que nada mi mamá se negará hasta el final a dejarme ser feliz con quien yo quiera.

- ¿En qué piensas tanto? ¿Me debería de preocupar?

- Nena, ¿por qué siempre exageras mis silencios? -exclamé sonriente al apartar la mirada del atardecer para fijarme en sus ansiosos ojitos de princesa-.

- Quizá porque eres de las personas que hablan más que los loros. Es extraño en ti no decir alguna broma cada dos minutos.

- ¡Oyeee! -chillé y le di un golpecito en su brazo- ¡Exageradaaaa!

- Ni tanto.

- Di la verdad, Sash. Lo que tú quieres es que te coma a besos mientras damos vueltas y vueltas en esta rueda de la fortuna. Yo estoy para cumplir sus órdenes -no esperé a su respuesta y la besé-.

Otra cosa curiosa respecto al tiempo es que he vivido por casi cuatro meses en Tokio, pero jamás tuve tiempo para escaparme 30 minutos a Yokohama -ciudad vecina de la capital, pero con menos alboroto por las calles-. Por la mañana estuvimos en unas lindísimas playas de arena blanca, luego cenamos comida marina en el puerto y para disfrutar de la tarde-noche nos vinimos a uno de los populares parques de diversiones de Yokohama. Me siento como una niña de 10 años en estos momentos, riéndome, comiendo algodón de azúcar, haciendo que mi novia me compre un enorme gato kawaii y teniendo una incomparable vista de la hermosura de Japón desde lo alto de la rueda.

No. Ni a Sasha ni a mí se nos ocurrió hacer turismo el último mes sino a nuestra amiga Himiko. Ella y su novio -un atractivo americano que se vino a Tokio siguiendo a su novia cirujana- nos convencieron muy rápido para salir en parejas cada fin de semana. Ya hemos visitado el festival invernal de Sapporo: esculturas de hielo, deslizarnos por los toboganes de nieve, perdernos en los laberintos helados, hacer nuestros muñecos de nieve. A la semana siguiente, del frío pasamos a los terapéuticos baños termales en Nagano. Pude ver en vivo a los majestuosos macacos en su hábitat natural y recorrer los templos budistas. Y la semana pasada, nos escapamos a Jigokudani: reconocido por sus ríos de agua caliente. ¡No es mentira! Metimos nuestros pies como una ancestral práctica de meditación dentro de las aguas en movimiento del río. Luego, anduvimos por los senderos boscosos que serpentean por las faldas de enormes montañas.

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