23. Kuala Lumpur

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Malasia, enero de 2026

Sasha Greyson

Nada mejor para celebrar tu cumpleaños que tener negociaciones estancadas por más de una semana en la exótica ciudad de Kuala Lumpur en Malasia. Es irónico que al principio estuve emocionadísima al recibir la noticia de que sería parte del equipo de Inteligencia Financiera que se encargaría de diseñar el plan financiero de un megaproyecto de transporte. Las cifras que se manejan son tan altas que con Barclays no ha bastado para financiarlo, así que se recurrió a la participación de tres bancos más. Recién cuando tuve conciencia de la enorme envergadura que representa dicho proyecto entendí que mis días libres se habían acabo y no llegaría a tiempo para celebrar mi cumpleaños al lado de Leo.

Entiendo que cada institución bancaria esté interesada en su bienestar, pero también se ponen en un plan de niño caprichoso que da ganas de gritarle. Los analistas de HSBC son tan necios en sus planes de inversión que en tres días completos no hemos podido pasar al siguiente punto en agenda. Gracias al cielo, recién hoy el resto de los bancos nos pusimos de acuerdo y fuimos tres contra uno. No les quedó a los de HSBC más que aceptar a regañadientes las condiciones que impusimos como bloque. De cualquier manera, todavía me quedan unas dos semanas -o tres si todo se ponen color hormiga de nuevo las negociaciones- en este paraíso tropical llamado Malasia.

Este es el primer viernes en el que no estoy quemando mis ojos frente a la pantalla de la laptop analizando proyecciones financieras o leyendo propuestas de cláusulas para los contratos. La razón es que el proyecto necesita más fondos. Así que los accionistas organizaron una cena social para captar nuevos inversionistas, pero si eso no fuese suficiente, también habrá una subasta. No me hice del rogar y acepté la invitación apenas llegó. Muero por despejar mi mente.

Tuve el tino de haber empacado en la maleta un vestido de noche, ya que nunca se sabe cuándo tendrás que utilizarlo. Con Amelie y Tracy -las otras analistas de Barclays- nos perdemos toda la tarde en los centros comerciales de Kuala Lumpur. Termino comprándome unos zapatos -aunque no los necesitaba- y unos pendientes de zafiro azul que estoy estrenando esta noche.

El evento se lleva a cabo en el suntuoso The Majestic Hotel. Es la hora del brindis inicial, por lo que el señor Shaw -un alto directivo de Barclays y nuestro jefe en estas negociaciones- me presenta a varios banqueros y empresarios internacionales. Algunos de los cuales me reconocen al decirles mi nombre y apellido debido a estos años de trabajo. Claramente, mi ego creció de golpe al ya ser reconocida. Al parecer, mi esfuerzo y sacrificios -como perder mi cumpleaños o no tener tiempo para mí misma- están siendo recompensados.

Cuando uno de los mozos se nos acercó para indicarnos que ya se iba a servir la cena fue que dejamos la charla con unos empresarios ucranianos. Al señor Shaw le indiqué que en un momento los alcanzaría en la otra sala, ya que primero quería pasar por el tocador. Sin embargo, solo había dado unos cuantos pasos cuando una voz me interrumpió el andar como si una filosa hoja de acero me cortase en dos.

- Disculpe, señorita, ¿me permite saludarla?

- ¡Leo! -chillé al mirar hacia la izquierda-. Pero qué... ¡Dios!

No supe cómo reaccionar. O quizá todo sucedió tan rápido, pero lo cierto es que ya estaba abrazándola para comprobar que no estaba viendo un espejismo.

- No te preguntaré si estás sorprendida porque casi me has roto los huesos con tu abrazo -exclama sonriente-.

La devoro con una mirada curiosa y alucinada debido a que su atuendo es de lo más particular: elegantes saco y pantalones -sin corte femenino- de color negro, camisa blanca con una corbata oscura y zapatos de charol. Su cabello lo tiene atado en una coleta dejando libres a sus bonitas y desnudas orejas que no llevan pendiente alguno.

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