Valle del Loira, enero de 2026
Sasha Greyson
Me siento con suerte debido a que las negociaciones no se extendieron un día extra -como se tenía previsto-. Para ser sincera, podría aprovechar el día de mañana para pasear e irme de shopping por todas las tiendas departamentales de París. En el trabajo esperan que me presente recién el viernes, así que el tiempo me iría de sobra. Sin embargo, tengo una cita impostergable para este jueves en Tokio.
- Todo estuvo muy delicioso. Muchas gracias por la comida -exclamé al terminar el último bocado de patatas que quedaba en mi plato-. Y el vino blanco toda una exquisitez.
Agradecí con sinceridad a los empresarios franceses, a los que vine a supervisar para aprobar el proyecto agrícola donde Barclays será uno de los más fuertes inversionistas. Fue toda una mala sorpresa que me asignaran este viaje, ya que creí que me perdería el cumple de Leo. Sin embargo, tuve que ser profesional y aceptar con una sonrisa venir al Valle del Loira. El analista económico encargado de esta última supervisión se enfermó de manera imprevista y la única que andaba libre para suplirlo fui yo. Tampoco me puedo quejar mucho: hace tiempo que extrañaba experimentar la cultura francesa. Hotel cinco estrellas, pasajes pagados por el banco, una bolsa de viaje prácticamente ilimitada para la comida y trasportes, y cuando me apuro en cerrar las negociaciones, aprovecho los días libres para pasear por la ciudad. El otro detalle con este viaje fue que en menos de una semana tuve que devorarme docenas de informes y reportes relacionados al mundo agrícola. El analizar este tipo de proyectos es algo nuevo. Lo bueno fue que no estuve sola, ya que me asignaron un equipo de trabajo bastante experto, aunque igual de joven como yo. Motivo por el cual, me lo he pasado muy bien estos días en Francia.
- Lo mejor de terminar las negociaciones es cuando nos regalan souvenirs -silba Noa-. Y vaya que no han escatimado en gastos para complacernos. Este bolso Louis Vuitton no es barato.
- Ni los llaveros de la Torre Eiffel. Están hechos de plata. Amo que me consientan cuando luego de un buen esfuerzo laboral -confieso-. ¿A ti también te dieron un bolso?
- No, no... -ríe Sasha Volkov-. A mí me obsequiaron esta marioneta. Se nota que es una verdadera joya de artesanía. Por cierto, ustedes también tienen una botella de buen vino francés, ¿no? Podría abrir luego de aterrizar en París por la noche.
- Pediremos queso y aceitunas en el hotel -comenta Noa con interés-. Será divertido. Aunque por tu mirada, Sasha, creo que tienes otros planes en mente.
Nos conocemos desde hace unos pocos días, pero congeniamos como si fuésemos amigos de toda la vida. Noa y Sasha son del tipo de hermanos que se llevan muy bien, pero sin dejar la naturaleza de fastidiarse cada vez que pueden. Noa es ingeniera agrónoma mientras que su hermano, Sasha (cosas de la vida, nos llamamos igual, pero en Rusia su nombre es de índole masculino), es una especie de dios en todo lo que tenga que ver software y redes. Ambos trabajan para una empresa consultora de tecnología aplicada a la agricultura en España. Y Barclays los contrata frecuentemente como analistas independientes. Así que esta vez fui afortunada de que me tocase trabajar al lado de ellos. También me contaron que tienen una hermana que es física. Ella está trabajando ahora en Los Ángeles en un proyecto inmobiliario.
No se molestan ni un poco cuando les digo que apenas llegue a París, tomaré otro avión rumbo a Tokio para llegar a tiempo al cumpleaños de mi amiga. Aunque sí les prometo que cuando esté de regreso por Europa, los iré a visitar para que salgamos juntos.
A media tarde ya estoy a pleno vuelo surcando Europa. Los cambios horarios son un revoltijo en mi cabeza cuando calculo a qué hora y día estaré llegando a Japón. En teoría, debería estar llegando mañana a las 5 a.m., pero dado que en Tokio son 8 horas más que en París... ¡Estaré aterrizando apenas a tiempo! Aprovecho en que tengo todavía señal en el móvil y le envío un mensaje a Himiko por si me tardo más de lo planeado en mi llegada. Mi amiga es la cómplice que tengo para regalarle lo que más desea Leo en este mundo. Quizá no le pueda bajar toda la galaxia a sus pies, pero sí un par de estrellas.
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Suspiro
RomanceUna discusión sin sentido provocó que Leonor perdiese sus alas. Desde ese día, Sasha no ha podido tener una noche sin que las pesadillas y la culpa le roben sus sueños. El castigo autoimpuesto fue permitir que Leo se casara: renunciando así al amor...