Nueva Zelanda, abril de 2026
Sasha Greyson
Pasaríamos del frío de las montañas al rico calorcito de las playas del sur para mañana al mediodía. No repetíamos la playa por si alguien reconocía a Leo e intentaba al otro día tomarle una fotografía. Todavía estamos guardando las apariencias por unas semanas más, para así no tener alterada a Tanya cuando Leo le pida el divorcio. Según Enchantress, la modelo no se hará del rogar para firmar, pero quién sabe, con tal de querer fastidiarme cualquier cosa puede suceder.
Estoy tan contenta como el ciervo al que Leo se está acercando para acariciarlo. Me pregunto si lo logrará sin que este escape dando saltitos como Bambi. Tengo ganas también de poder tocar al animalito. Ojalá el mágico poder de Leo por "caerle bien a todos" aplique en cier...
El galope desenfrenado del ciervo, el silbido y chasquido que rompió la quietud en el ambiente.
Los cabellos castaños brillantes de Leonor se agitaron con fuerza, deteniéndose a medio giro antes de entrar en caída libre.
Leo.
¡Leo!
¡¡LEO!!
- ¡NO!
Trepé como pude usando las manos lo que faltaba del trecho hasta la cima de esta maldita colina.
- No. No. NO. NO. NO. NO
Grité desde lo más hondo de mi pecho, sintiendo cómo mi corazón se desgarraba hasta romperse. Casi arrastrándome llegué a su lado, arrodillándome junto.
Me repetí mil veces que no podía ser verdad. No, no lo es. Solo es una pesadilla. Apuesto a que morí sin darme cuenta y ahora estoy en el infierno. ¿Cómo podría ser esto real? ¿De dónde vino ese proyectil? ¿Por qué a ella? ¿Por qué a mi Leo...?
Toqué su rostro. Aunque mi tacto no era firme, sí supe que esto no era un sueño. Su piel que perdía calor, el manantial de sangre que brotaba por su abdomen, el temblor de sus labios que pasaban del rosado a un tono morado.
- Leo...
- Qué bueno... que no... ibas adelante... Sash...
- No hables, Leo...
Exclamé en medio de un mar de llanto mientras tomaba su mano ensangrentada y presionaba con todas mis fuerzas mis dedos contra los suyos.
- Me moriría... si te pasase algo...
Un esbozo de sonrisa se dibujaba en su boca. Juro que llegué a creer que Leonor se levantaría y me diría que todo fue una broma. Pero entonces escupió sangre y mis pocas esperanzas desaparecieron tan pronto como apareció Himiko haciéndome a un lado.
Yo seguía aturdida que terminé cayéndome a un lado, pero mi mano seguía en la de mi novia, suplicando que el tenue pulso no se detuviera. Sin embargo, lo que más miedo me daba era el solo pensar que si soltara su mano, ella se iría de mi lado.
- Mierda, ¡SASHA! ¡¿No me escuchas?!
Gritó Himiko a cinco centímetros de mi oreja, pero yo seguía aislada en el mundo de fantasía donde todo se arreglaría por arte de magia. No le hice caso. Mis ojos seguían fijos en los de Leo que intentaban mantenerse abiertos...
En automático, mi mano libre fue a parar a la mejilla que comenzó a arderme con furia. La cachetada de Himiko me había traído de vuelta a la realidad.
- Lo siento, pero funcionó. Ahora, abre la mochila de emergencia y saca tijeras, gasas, vendas y fijadores. ¡Rápido!
Todavía tardé unos segundos en reaccionar, ya que por mi estúpida mente cruzó la idea de "¿y por qué no lo hacía ella?". Cuando bajé la mirada, vi que sus manos estaban presionando la herida de bala. No pasaron ni 30 segundos para que fuese yo quien ahora hacía presión en un intento de frenar la hemorragia.
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Suspiro
RomanceUna discusión sin sentido provocó que Leonor perdiese sus alas. Desde ese día, Sasha no ha podido tener una noche sin que las pesadillas y la culpa le roben sus sueños. El castigo autoimpuesto fue permitir que Leo se casara: renunciando así al amor...