15. Cenicienta

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Tokio, invierno de 2025

Leonor Kyle

¡Qué lentos son los ascensores! Y peor con las personas a las que se les ocurre también utilizarlo en estos momentos. Cada vez que se detiene la cabina es casi una invitación para que Sasha o yo nos arrepintamos de esta locura nocturna.

Esto es distinto a salir con una simple amiga. Aquí en mi corazón siento que esa mirada que intercambiamos hace unos minutos en la terraza nos ha afectado y que cambiará el rumbo de nuestras vidas. No sé si para bien o mal, pero nada puede seguir siendo lo mismo.

Sus cabellos marrones, las manchitas en el puente de su nariz, su soberbia voz, la manera en que está apoyada en la esquina del ascensor desde donde me mira con una desafiante sonrisa. Apenas hemos hablado desde que le dije que deseo asesinar al aburrimiento de esta noche. Sin embargo, todo es suficiente para emocionarme como una adolescente en su primera cita. Aunque esto no sea una cita. Ni siquiera sé a dónde iremos ni qué haremos.

Por enésima vez el ascensor se detiene a falta de diez pisos. Mi mente se esfuerza en convencerme de que todo esto es una ilusión -una que prometí no caer en ella- . Quizá todo esto no es más que un chispazo de efímera locura. ¿Y si le digo que acabo de recordar que tengo mucho trabajo? ¡Qué diablos! ¿A qué le tengo miedo? Solo somos amigas, y bueno, también somos exnovias, pero nada más.

¿Por qué no nos decimos nada? Los otros ocupantes no parecen ser de occidente, así que podríamos hablar sin la vergüenza de que estos extraños entiendan lo que decimos.

¿O ella está esperando que sea yo quien dé el primer paso?

Hasta ahora me encontraba mirando hacia el panel táctil del ascensor, pero mis ojos apenas se desviaron un par de centímetros hacia la izquierda, y la electricidad volvió a sacudirme por dentro. El corazón golpeaba con furia a mi pecho al notar cómo Sasha apretaba su mano izquierda. Estuve a nada de decir algo, pero me atoré con mis propias palabras y lo disimulé con una falsa tos.

"Lo sé. Te pongo nerviosa, Leo", juro que sentí sus palabras a través de la mirada castaña que atravesaba a mi piel hasta fundirse en mi sangre.

- ¿Sabes a dónde iremos? -pregunta-

- Ni idea -respondo con una divertida risita que justifica al sonrojo que siento en mis mejillas-.

- Yo tampoco... -chilla arrugando el puente de su nariz, alocando a mis hormonas-.

¿Cómo he sobrevivido todos estos meses sin la chica que me complementa? No lo digo sentimentalmente sino como amigas. Por más distintas que parezcamos y actuemos, somos tal para cual. Es complicado explicar, pero cuando conoces a alguien que encaja en el desastre que eres solo lo sabes y ya.

Por fin llegamos al primer piso del hotel sin más interrupciones de los huéspedes. Dejamos que las otras personas sean las primeras en salir, pero allí me doy cuenta de que Sasha hace lo mismo conmigo. Se tarda un segundo extra en enderezarse, pero aprovecha ese tiempo en recorrerme con la mirada de manera casi imperceptible. No puedo evitar sonreírle.

El paso de Sasha se apresura y me termina sobrepasando por medio metro, pero pronto se desvía hacia la izquierda. La observo acercarse a la recepción, intercambia algunas palabras en japonés con el encargado y pronto ella regresa conmigo. No fueron ni dos minutos, pero el corazón me aleteaba de miedo ante la posibilidad de que se esté arrepintiendo de esta salida.

- ¿Qué pasó?

- Nada, nada. Solo dejé encargado la tarjeta magnética para no perderla en medio del alboroto en el que estaremos esta noche.

SuspiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora