49. Decisión

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Moisés se encontraba sobre un carro de guerra jalado por dos caballos, él mismo iba conduciéndolo

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Moisés se encontraba sobre un carro de guerra jalado por dos caballos, él mismo iba conduciéndolo.

El frente de la batalla era un espectáculo para cualquiera que lo viera, pero no para quien se encontraba en él.

El sonido metálico de las espadas chocando con los escudos, la flechas estrellándose en algún lugar del carro, la luz del sol reflejándose en el metal de estas, era algo a lo que Moisés estaba acostumbrado y para nada lo desconcertaba.

Pero en cierto momento, tal vez por consecuencia del cansancio o el sudor sobre sus cejas, su mirada se tornó borrosa y no pudo mantener el control de su carro.

Los caballos relincharon antes de perder el equilibrio y caer a un lado y con ellos, Moisés.

Sorprendentemente el carro no cayó sobre él, acto que le hubiera causado múltiples fracturas, o la muerte.

Pero mientras aún estaba en el suelo, una flecha impactó en su hombro.

Moisés ahogó un grito y en su rostro se podía ver el dolor. Él no dejó que la flecha se quedara ahí, con la mano contraria se la quitó de un sólo jalón y cerró los ojos por el dolor. Nadie a su alrededor parecía notar lo que le sucedía al "Capitán Moisés".

En ese instante de susceptibilidad una segunda flecha impacto en él, esta vez en el pecho, era algo imposible, no era siquiera físicamente posible, pero ahí estaba, y la macha de sangre comenzó a extenderse por su pecho.

En ese instante la imagen se volvió borrosa y Nefertari despertó, agitada y temblando.

Ya era de día, la luz de sol entraba por la ventana, a la oscura habitación. Habían pasado dos semanas desde que Moisés se había ido, y no habían aún noticias de él.

"No sabes lo que es estar aquí, sin saber lo que sucede". Dijo ella, deseando que de alguna forma Moisés pudiera escucharlo en su mente.

Alguien tocó su puerta, era una de las doncellas.

-Buenos días, señora.

-Buenos días, Emma. Pasa, por favor -dijo haciendo un ademán.

-Sólo quería informarle que el capitán Moisés, ya viene en camino de regreso.

-¿De verdad? Gracias al cielo, ¿Cómo está él?

La doncella bajó la mirada.

-Eso es lo que venía a informarle, señora... -Emma titubeó-. El capitán resultó gravemente herido... La batalla fue victoriosa al final, pero... Él... No se sabe si volverá con vida... Sus heridas son...

Nefertari no logró escuchar nada más, la voz de Emma se volvió un sonido hueco, como si estuvieran bajo el agua.

Se dejó caer sentada en la cama y con una mano se apretó el pecho, como si con ese acto pudiera calmar a su corazón que amenazaba con salirse... O detenerse.

Y en ese instante... En verdad despertó.

Su frente empapada de sudor y las sábanas pegadas a su piel.

Ese tipo de sueños la acechaban cada noche, pero esta vez, el último se había sentido más real que nunca. Para los Egipcios los sueños siempre eran alguna señal de los dioses, pero después de lo que había vivido, se preguntaba si en realidad era algún mensaje de un ser superior o meramente sus miedos reflejados.

"Desearía que no existieran las guerras, desearía que no tuvieras que ponerte en riesgo. Desearía que estuvieras aquí" pensó.

Decidió que ya no podía permanecer encerrada en sus aposentos, como lo había hecho las últimas semanas, y saldría al aire libre, tal vez a los jardines del palacio. Necesitaba despejarse.

 Necesitaba despejarse

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A donde vayas: Moisés & NefertariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora