I

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La fría madrugada del mar mediterráneo, testigo de varias batallas, sepultura de varios desdichados y de aquellos que pierden en la continua batalla de la vida, aguas llenas de misterio, hogar de múltiples piratas y navegantes que se adentran en la búsqueda de la riqueza. Cuando el viento sopla golpea las velas de los barcos y cuando la oscuridad cubre los mares los piratas salen.

La cabellera roja se movía al mismo ritmo del frío viento, mirando desde lo alto de la cofa aquel barco que iluminaba las agua con sus faroles, la sonrisa de este pirata apareció enseguida, era el más grande botín que había estado esperando.

—El barco del imperio, el tesoro imperial viene ahí.— Tomó entre sus manos la cuerda moviendola de un lado a otro haciendo que sonara una pequeña campana que solo el capitán de aquella embarcación escuchó. —El objetivo está en la mira mi capitán.

La tripulación del Castillo venía acompañado de dos barcos más, si querían triunfar, debían atacar los tres al mismo tiempo.

Aquella fiesta sobre el mar, música, bailarinas y múltiples comidas se vio intervenido cuado el primer vigía cayó al suelo con una herida de espada y que atravesó su pecho quitando su vida al instante.

—¡Protejan al Paşa! ¡Protejan el tesoro!— El sonido del metal de las espadas topando entre si, los múltiples gritos de guerra y dolor acompañados del fuego que empezó a consumir dos de los barcos era lo que esa madrugada el mar estaba presenciando.

—El barco del medio, ahí está lo que buscamos. ¿Estas lista Balik?— La chica pelirroja asintió, tomó su espada y saltó al agua pasando entre toda los cadáveres que flotaban en este, subió con cuidado a su objetivo, los hombres peleaba entre ellos, la distracción perfecta para infiltrarse.

Cuando estuvo por completo en ese barco se adentró en todos los camarotes hasta encontrarlo. Su rostro colocó una sonrisa de satisfacción al ver aquel gran cofre y más aún, cuando al abrirlo el oro iluminó sus ojos verdes.

—¡alto ahí!— se había descuidado, una espada amenazaba su cuello y poco después se unieron tres más. —date la vuelta... ¡Hazlo ahora!— con lentitud se giro para topar su vista con aquellos tres guardias y el hombre más cerca a él, sus vestimentas elegantes el turbante y las joyas le indicaban que se trataba de un Paşa.

—Es tu fin... Tú eres el último que queda.— Abrió sus ojos al escuchar aquello, acaso su plan había fracaso y toda su tropa cayó, su mano tomó suele aquella espada atacando al visir más los girados guardias se lanzaron encima de él tomándola a la fuerza después de golpearlo hasta que la sangre salió de su rostro.

—¡Sueltenme! ¡Sueltenme!

—Desnudenlo, cubran su cabeza y arrojenlo al mar, que el agua se encargué de congelarlo— ordenó el paşa y  los guardias tomaron a la joven  llevándola a la parte delantera donde pudo ver las llamas consumir el barco de su tripulación junto a los dos del imperio, el mar estaba repleto de los cadáveres de sus camaradas.

—no.... Imposible

—No fueron más que unos estúpidos, nuestro ejército fue mucho más grande que su tripulación, ahora solo quedas tú— El guardia rasgó las ropas del contrario y quitó aquel sombrero de su cabeza,  pero lo que vieron hizo que todos se sorprendieron al ver aquel cuerpo desnudo y como los simples mechones de cabello cubiertos antes por aquel sombrero de cuero, se convertían en una larga cabellera.

—¡Una mujer! ¡Es una mujer!— El frío hacía que la chica temblara, al estar amarrada trataba de que nadie la viera más aquello era imposible, los ojos de todos estaban sobre ella incluido el paşa.

—No me vean... ¡No vean mi cuerpo de esa manera! ¡Les quitaré los ojos! ¡Les juro que les quitaré sus ojos si me siguen viendo! ¡Bastardos, aparten su vista de mi!— Los guardias de aquel barco empezaron a reír como si de un espectáculo se tratara, la joven miraba a todos con rabia e impotencia mientras forcejeaba.

El ángel del imperio Cihangir, El Sultán Donde viven las historias. Descúbrelo ahora