EL JUEGO #1

7. Su chica.

Capítulo 7.

Hera

¿Qué carajos está pasando?

Thea aún seguía cerca de mí, muy cerca.

Respiró hondo y dijo—: Hueles delicioso.

Acercó su nariz a mi cuello. Yo ni podía respirar por lo cerca que estaba.

—¿Así qué quieres salir del juego? —sus labios rozaron la piel de mi cuello y no pude evitar un pequeño temblor por todo mi cuerpo.

—S-si... —respondí como pude.

—Interesante...

Lo que hizo me dejó helada. Empezó a dejar besos húmedos por todo mi cuello y parte de mi clavícula. Yo ni siquiera podía moverme. Estaba muy nerviosa.

Impactadeishon, mi reina.

¿Qué pasó con la Thea que era normal hace menos de un minuto?

Dando el último beso en mi cuello pasó su lengua lentamente por este.

¡¿Qué mierdas está haciendo?!

—Thea...

Mi respiración ya se había vuelto agitada y pesada. Y la de ella también.

—¿Si?

—¿Qué haces?

—Ver la reacción de tu cuerpo al sentir el mío. ¿Te gusta?

Retiró su cabeza de mi cuello para poder observarme, y de seguro yo ya parecía un tomate por los nervios.

Me sonrió.

—¿Qué pasaría si yo te besara?

¿Qué dijo?

—¿Be-besarme?

Mis nervios iban a mil. No entendía nada de lo que estaba pasando. Se supone que ella me ayudaría a salir del juego, no a estar así de cerca y ahora me sale con esto.

—Si, preciosa, besarte.

Bajó su mirada a mis labios, y por instinto los relamí. Yo no sabía que hacer.

Vi que se iba acercando poco a poco y entré en pánico. No podía moverme.

Estaba atrapada.

Así que solo cerré mis ojos con fuerza.

Esperé y esperé...

Nada.

Los abrí.

Ella estaba a punto de besarme.

¡¡¡IBA A BESARME!!!

—No —puse mis manos en su pecho para poder separarla un poco de mí.

—¿No?

—No. Esto está mal, creo. Yo solo quería hablar contigo.

—Estamos hablando —respondió con la voz calmada.

—A mí no me parece que esto sea una conversación.

—Te noto asustada.

—No lo estoy.

Mentí.

—¿Has estado con una chica? —me preguntó, así de la nada.

Yo ni siquiera había estado con un chico de mi edad y ella viene y me pregunta eso.

—No.

—¿Y no te gustaría?

—¿Qué?

Volvió a sonreírme y en un susurro dijo—: Ya eres mía.