15. El exámen.

268 24 67
                                    

Capítulo 15.

Hera

—April, deja de mirarme así —le susurré.

—¿Así cómo? —respondió, molesta.

—Como si fueras mi madre y yo fuera la peor hija del mundo.

—Eso te ganas por follar sin protección —murmuró.

Rodeé mis ojos—. Ay ya, olvídalo —crucé mis brazos como niña caprichosa.

Dejé a April pagando y me alejé un poco del mostrador y empecé a caminar por los pasillos.

Después del desayuno y de ponerme como 20 kilos de polvo en mi cuello para que no se vieran las evidencias de Josh, Ale nos trajo en su pequeño y tierno auto. Estábamos en la farmacia comprando lo que April había dicho que me compraría. Y otras cositas más.

Afuera está Ale, esperándonos. En media hora tenemos clases y yo, yo tengo exámen hoy y no estudié (no sigan mi ejemplo, por favor).

Me detuve en el pasillo donde hay cosas para bebés, observé todo. Se me revolvió el estómago, puse mis manos en el y arrugué mi cara.

—¿Lista?, ya pagué todo —dijo April apareciendo a mi lado—. ¿Qué tienes?

—Nada —sacudí mi cabeza—. ¿Nos vamos?

—Espera, debes tomarte la pastilla.

Se agachó para dejar las bolsas en el suelo un momento y me tendió una pastilla y un jugo. Rápidamente la tomé y la bebí seguida del jugo.

La ayudé con las bolsas y salimos de la farmacia.

Ale nos miró con mala cara—. ¿Por qué tantas bolsas?

—Cosas que necesitamos —respondió April sonriente.

—Ajá. Bueno ya suban, tenemos que dejar todo eso en la habitación antes de ir a clases.

Nos subimos al auto y tomamos rumbo a Chester, la farmacia no estaba tan lejos. Solo 7 minutos en auto.

—Hera, ¿Estás bien? —preguntó April mirándome por el retrovisor del auto—. Andas un poco callada.

—Estoy bien —fijé mi vista al frente.

Mentí.

—¿Segura?

—Si, es solo que... Hoy tengo exámen de literatura y no estudié —me excusé.

—Pero si tú eres increíble con literatura. Te irá bien.

—Eso espero —susurré.

—¿Y tú, Ale? —April lo miró.

—¿Yo qué? —respondió sin apartar la vista del camino.

—¿Estás bien? —le preguntó April con inocencia.

Vi a Ale arrugar su nariz.

—¿Y a ti qué te pasa preguntándome si estoy bien?, ¿No me ves? Estoy fabuloso, nena —sonrió—. No preguntes cosas que son demasiado obvias.

—La próxima no te pregunto nada —habló April a secas.

—Bla, bla, bla... Hera, preciosa. ¿Subes tú las cosas al cuarto? —me preguntó Ale.

—¿Y yo por qué?

—Porque... —buscó una “buena” excusa—. Porque si tú hubieras usado protección anoche; lo cual no hiciste, no hubiéramos ido a la farmacia, entonces April no se pondría en modo: compradora compulsiva, y no tendríamos todas esas bolsas en mi auto. Así que a ti, te toca subir las cosas a nuestra habitación —me sonrió a través del retrovisor.

EL JUEGO #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora