Venezuela 1946
Aunque muchas partes del mundo el antisemitismo no acabó con la caída del Tercer Reich, el odio hacia los judíos continuó solo que a menor escala en otros países de Europa. Sin embargo, había un país que no sabía de racismo, que no conocía la antipatía entre etnias. Una nación que sonríe en medio de la adversidad y que le brinda la mano al caído y lo trata como si fuera uno de los suyos. Eso fue lo que percibieron los esposos Mattordi al llegar al puerto de la Guaira Estado Vargas en 1946; acostumbrados a los malos tratos, al desprecio por su raza, nunca esperaron ser recibidos por caras sonrientes y menos recibir el abrazo y el apretón de mano de cada venezolano que conocieron a su llegada.
Una noble familia de la ciudad de Caracas los acogió en su hogar. Los Montenegro gente de gran prestigio hizo que la adaptación a su nueva vida fuera mucho más fácil.
Aunque para este joven matrimonio no les fue nada sencillo comenzar de nuevo, eran seres humanos rotos. Las heridas psicológicas seguían patentes. Flora lloraba con facilidad, apenas un ligero toque en la puerta hacía que se desmoronara, mientras que para Yeudiel una vez se quedó paralizado al ver pasar un carro negro. Observar una ambulancia era causa de pavor, no podían olvidar que los nazis utilizaban estos medios de transporte para llevar a los prisioneros a la cámara de gas. Las noches eran igual, pasaron muchos años para que pudieran dormir toda una noche completa, sin gritos de algunos de los dos a mitad de la madrugada. Sus cuerpos también tuvieron por el mismo proceso, el mínimo esfuerzo los cansaba.
Les costó demasiado realizar un vínculo afectivo con alguien ajeno a ellos, por miedo a sufrir una nueva perdida. Luego estaba la culpa, ese sentimiento que nos los dejaba en paz, la culpabilidad los atacaba sin piedad por haber sobrevivido y sus seres queridos no.
La familia Montenegro fue pieza fundamental en la recuperación de este abatido matrimonio. Don Edmundo era un hombre de negocios, pero también de campo y vio en el joven extranjero a un hermano. Él pasaba seis meses en la capital trabajando en sus empresas textiles, mientras que los otros meses del año se trasladaba a su finca en los llanos centrales del país.
En el momento en que los Mattordi observaron la majestuosidad de las tierras llaneras quedaron cautivado, con un clima tropical totalmente desconocido para ellos, la belleza natural de aquella indómita sabana, con su pueblo pintoresco de gente sencilla, de pequeñas calles y una paz admirable; no tuvieron duda alguna y tomaron la decisión de formar allí su hogar.
Antes de la guerra él era un famoso arquitecto y con todo lo que había vivido, aprovechó sus talentos y recursos y construyó una hermosa casa que era objeto de admiración de todo el que la veía. Su gran amigo Edmundo le vendió un pequeño terreno por un valor efímero, que con el pasar de los años el joven multiplicó al igual que lo hizo con las dos vacas y un toro que tenía y al cabo de un tiempo se volvió en un poderoso hacendado.
La vida comenzó a ser buena con ellos y más cuando al fin Flora después de tantos intentos fallidos por concebir logró dar a luz a una niña de cuatro kilos y medio a la que le pusieron por nombre Micaela, sintieron por primera vez en muchos años lo que realmente era la felicidad.
La pequeña fue creciendo rodeada del amor de sus orgullosos padres, se convirtió en una mujer hermosa, su belleza era apreciada en aquellas tierras, con su cabello rubio y sus enormes ojos azul celeste, destacaba en cualquier sitio a donde se presentaba. Era la envidia de las mujeres y el objeto de codicia entre los hombres.
La jovencita desde muy temprana edad formó una unión con el joven hijo de los Montenegro, lo que comenzó a modo de una amistad inocente con el pasar de los años se convirtió en un bravío amor. Tanto era la pasión de Gustavo por la dulce Micaela que al cumplir la chica sus dieciocho primaveras le pidió matrimonio, ella sin dudarlo aceptó. A los pocos meses se celebró la boda del año. Un gran acontecimiento que, para un pueblo como San José de Tiznado no estaba acostumbrado y causó tal revuelo entre sus habitantes que no hablaron de otra cosa por mucho tiempo.
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Entre el Amor y el Odio
RomanceUn amor... Una tragedia... Una venganza... Y una tierra indómita. Luis Fernando arrastra un doloroso pasado, haciendo que se convierta en un hombre duro en implacable, regresa a su tierra a cumplir con aquello que lleva años esquivando. Maria Victo...