Capítulo 5

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15 de abril de 1994 el Teatro de la Ópera de Maracay es declarado Monumento Histórico Nacional.


—Esto es injusto, nana. — Se quejó Vicky

—Llevas toda la mañana diciendo eso, termina de hacer las maletas. —La instó Dolores haciendo caso omiso a sus lamentos.

—Estoy indignada con lo que mi papá me está haciendo, los padres de Elena me ofrecieron su hospitalidad, una salida perfecta para no irnos para la hacienda.

—¡Pero mira que a ti te gusta inventá! —Exclamó la mujer indignada.

—Inventá no nana, se dice inventar.

—Como sea, tu padre es Antonio Araujo, no va a aceptar la limosna de naiden.

—Nadie, se dice nadie, esa te la he repetido mil veces.

—En San José te vas a volver loca corrigiendo, porque así hablamos los llaneros.

—Los demás no me importan, tú si mi nanita — dijo abrazándola.

Dolores sonrió, la abrazó y la llenó de besos, a Vicky le encantaba que ella la sentara en sus piernas como si de una niña se tratara y la mimara. Su nana era la persona que más quería en el mundo.

Un hombre moreno de estatura baja, vestido con una camisa de color marrón que parecía barro, un pantalón negro que de tantas lavadas ya estaba descolorido y unas botas de cuero puntiagudas que ya estaban en sus últimos días y un sombrero que le tapaba el rostro, era el encargado de trasladarla a su nueva vida, el hombrecillo no dejaba de hablar y Dolores que le seguía el juego.

—¿Naguará* no había más maletas? —se quejó el hombre al llevar la sexta a la camioneta.

—Si todavía quedan cuatro, así que apúrese y deje de hablar tanto. —Le respondió la joven con altanería.

—No se me ponga brava señorita, aquí estoy a sus órdenes pa' lo que sea.

María Victoria puso los ojos en blanco y se metió de nuevo en la mansión a revisar si no se le quedaba algo.

Tres horas después Dolores y la muchacha abandonaban Caracas.

La joven se hundió en sus pensamientos mientras se alejaban de los grandes edificios de la ciudad capital y de las colas de la autopista prados del Este, recordó la noche anterior cuando se despidió de sus amigas.

—Chama ¿Cómo te vas a ir? —Le preguntó Elena conmocionada.

—Es horrible, a mi papá le ha dado porque yo esté allá. —Respondió Vicky apesadumbrada.

—Quédate en mi casa, mis papás te adoran.

—No se puede, don Antonio está empecinado en que me vaya. —Contestó con ironía.

—Yo una vez fui a la casa de una tía, la pobretona, en un lugar llamado Villa de Cura y me quise morir, fue el peor fin de semana, le dije a mi papá que más nunca volvería.

Estaban las dos acostadas en la cama mirando hacia al techo.

—Yo ni siquiera he ido, nací ahí, pero al morir mi mamá de inmediato me enviaron a casa de mis tíos con mi nana.

—Tú nunca me has contado de que murió ella.

—Mi nanita dice que murió a causa de una extraña enfermedad, pero no quiero hablar de eso, mejor hagamos que mi último día en Caracas sea inolvidable.

Entre el Amor y el OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora