Capítulo Final

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La mañana comenzaba agitada en Los Sauces, ese día moverían al ganado para un abrevadero nuevo y un terreno con más pasto, Luis Fernando y Jared estarían encargados de aquella faena, por lo que el Montenegro tuvo que despedirse muy temprano de su esposa, quien no quería que abandonara la cama y él tuvo que echar mano de todo su autodominio para no caer ante la arrebatadora seducción de María Victoria.

Mientras se preparaba para salir, Micaela llegó a la caballeriza.

—Hola cariño, buenos días. —Ella se acercó a su hijo y le dio un abrazo.

—Buenos días —Le respondió Luis Fernando recibió un beso en la mejilla.

—Menos mal que llegué a un tiempo, pensé que ya te había marchado.

—¿Y eso? —Le preguntó él.

—Quiero que dejes lo del ganado a Celustriano y otros de los hombres que también tienen experiencia, deseo que tú y Jared, vayan a Valencia, porque me han llamado que tienen a los machos purasangre, que tanto anhelaba y quiero que tú mi amor, que tiene tanto conocimiento en ese tema, verifique si vale la pena la negociación o no.

—Eso puede hacerlo Jared sin necesidad de que yo vaya, él sabe tanto o más que yo.

—No confío en él, solo en ti mi amor, compláceme Luis Fernando, no quiero perder el negocio, te imaginas, tenemos los mejores caballos de la región.

—Entonces Jared puede quedarse y yo iré, no tenemos por qué ir los dos.

—No, no, tú eres un Montenegro, mi amor, el único, el heredero, no puedes andar por allí como cualquier hijo de vecina, Jared está más que capacitado para resguardarte, así que se me van los dos, entre más pronto salgan , más rápido serán de vuelta.

La intención de Micaela aquella mañana era sacar a sus dos hijos de Los Sauces, y no tuvo paz hasta que se cercioró que los dos se marcharon de la hacienda. De inmediato fue a la habitación de su cuñada

—Ya se han ido, ahora te toca tu parte, de hoy no puedes pasar.

—Tranquila cuñadita que hoy, esa sifrina desaparece de nuestras vidas.

María Victoria se levantó contenta, todo el cuerpo le dolía, pero se encontró extasiada y más enamorada que nunca de su catire, ese día tenía pensado sorprenderlo con alguna delicia que ella misma prepararía, tenía antojo de comer un rico quesillo, se dio una larga ducha, se vistió con unos pantalones cortos y una camiseta sin manga, marzo era uno de los meses más calurosos del año luego fue a desayunar en compañía de Verónica quien estaba distraída aquella mañana.

—¿Qué te sucede prima? —Le preguntó.

—¿A mí?

—¿Y quién más? Solo estamos tú y yo en la mesa.

Verónica suspiró.

—No sé, me siento extraña comiendo aquí.

Vicky bebió un poco de jugo de naranja.

—Es cuestión de costumbre y gracias a Dios las hienas vienen en otro lado.

Verónica se tapó la boca para que no la viera sonriendo.

—¿Y tu esposo y tu hermano no desayunan aquí? —Preguntó con curiosidad.

—Si, solamente que hoy salió temprano —María Victoria se metió un trozo de patilla en la boca —Por eso te pidió que me acompañaras, porque sé que la presencia de ellos te intimida, aunque mi amorcito ya lo conoces y Jared bueno, es algo gruñón y tan grandote y fortachón, intimida, pero no es lo que parece, creeme.

Entre el Amor y el OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora