CAPÍTULO 3

58 5 0
                                    

— Maldición, tengo que esconderme para que nadie me vea— pensó Sally, miró hacia su alrededor pero no había ningún escondite.

Sus esperanzas de salir huyendo desaparecen, lo único que tenía en mente es que la iban a matar, sobre todo Drew después de como lo había utilizado.Finalmente de barajar varias ideas se decantó por la mas estúpida de todas ellas. Se incorporó y apagó la luz de la entrada, así sería mas difícil encontrarla a oscuras, y se volvió a tumbar boca abajo en el suelo.

 Layla sale corriendo junto con Maggie del Salón, detrás suya le seguía Mía con las llaves. Sally escuchó la puerta abrirse de una de las habitaciones de la derecha y pudo ver la silueta de un chico, que estaba segura que no era Drew. Sally aprovecha la distracción abriendo la puerta de la entrada pero no se marcha si no que se levanta y hace un sprint hasta el Salón.

Mira alrededor y opta por irse a la terraza y esconderse detrás de un pilar en cuclillas.Escucha unos murmullos al fondo del pasillo y segundos después oye la puerta cerrarse de un portazo.

Se tumba en la terraza por si tenían la brillante idea de mirar hacia arriba y verla en la terraza, pero no fue así. Se marcharon a toda prisa. Mía, Maggie y ese chico desconocido se dirigen hacia sur, Layla y Drew hacia al oeste.

Tenía pensado irse y no volverles a ver jamás, pero Sally razonó por un segundo la situación detenidamente, esas personas vivían atemorizadas llevando un arma a todos los lados. Y el simple hecho de no saber el "motivo"  a Sally le entraba curiosidad. Intentó que Drew le diera respuestas pero él recalcó una y otra vez que cuando recuperara los recuerdos todo tendría sentido o parte de ellos...

Sally decide salir de la terraza a gatas y entra al Salón sentándose en un sofá de tela beige. En la estantería de enfrente tenían todo tipo de armas; pistolas, fusiles, escopetas, metralletas, ametralladoras, granadas y armas defensa personal.

 — Si no quieren decirme qué narices está sucediendo por las buenas me lo tendrán que decir por las malas— Sally habla sola en voz alta.

Aprovechando que están buscándola por la ciudad, les roba todas las armas de la estantería y las esconde por todo el edificio. Antes de eso se asegura palmo a palmo en revisar toda la casa que no hubiese armas escondidas; abre los cojines de tela y encuentra la munición, revisa el baño y dentro de la tapa del retrete hay un arma envuelta en un plástico y detrás de algunos cuadros: navajas y cuchillos largos, pegados con cinta americana. Antes de dividir todas las armas por todas las plantas del edificio se reservan dos armas para ella. Una pistola y una metralleta.

Una vez escondidas las armas, Sally pensó en la posibilidad que la podrían matar y luego buscar las armas por su cuenta, así que optó por el sacrificio. Fue a la cocina y trajo al Salón una botella de butano, arrastra una silla y la sitúa en frente de la puerta, para cuando llegaran la viesen. Escondió la botella de butano detrás del sofá que se encuentra en su lado derecho. En la mano derecha sostiene la metralleta y en la izquierda la pistola.

Media hora más tarde oye unos pasos acercándose al Salón, el primero en entrar es Drew, la mira asombrado y ella ve cómo la sangre aún le goteaba por debajo de la nariz. El resto entra detrás de él furiosos.

—¿Sabes cuánto tiempo llevamos buscando?—Layla la mira con desprecio.

—dos horas y media, mas o menos—Sally sonríe—No me he movido de aquí.

—¿Por qué has hecho eso?— el muchacho mira con preocupación a Sally.

Sally se fija más en él, no era muy alto en comparación a Drew, con el pelo rizado de color castaño claro, unos ojos color ámbar preciosos y  unas pecas características en los mofletes. Se notaba que era el más joven de todos, más de veinticinco años no tendría.

LA NUEVA ERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora