¿Qué tener un hijo juntos sería lo peor que nos podía pasar? Era como si un cuchillo hubiera atravesado mi pecho dejando un agujero que estaba segura que se veía desde mi espalda. Creo que de todo lo que nos habíamos podido llegar a decir Jay y yo a lo largo de los años esto sería algo que recordaría el resto de mi vida.
– ¿Estás bien, Jamie? – cuestionó de pronto observando mi rostro preocupado. Suponía que todo el color se había ido de mi cara.
–Sí, genial – respondí mordiéndome la lengua. Solo quería salir de aquí. Como había podido caer tan bajo para tener sexo con él.
–Me voy – anunció como si esperara algo más de mí. Asentí sin mirarle, tenía miedo de que si lo hacía me pusiera a llorar – Ya nos veremos.
–No es como si esto fuera a volver a pasar – solté con rabia.
–Lo que tú digas, Jamie – contestó con una risa burlona – Si eso te hace sentir mejor, pero los dos sabemos cómo acabaría esto si mi lengua volviera a estar en tu boca.
–Vete a la jodida mierda – escupí recalcando cada palabra – Eres un maldito egocéntrico.
–Adiós, Jamie – dijo condescendiente. Aparté mi mirada enfadada, no quería ni verle. Escuché sus pasos alejarse para luego oír como la puerta se cerraba.
Me dejé caer sentándome en el retrete, y las lágrimas no tardaron en desbordarse por mis ojos. Empujé la puerta, quería estar sola y olvidar lo tonta que había sido. Jayson solo buscaba demostrar que seguía teniendo el poder, que no podía resistirme a él, y lo había demostrado. Se lo había puesto en bandeja, al sentir sus manos sobre mí y su boca, joder, su olor, algún maldito cable de mi cerebro se había desconectado, y simplemente dejé de pensar. Me dejé llevar, y ahora no me podía arrepentir más. Me sentía sucia, y sobre todo una mala madre. Mi hija estaba en casa con otra persona, y yo mientras había tenido sexo en el baño de una discoteca con su padre, que ni siquiera sabía de su existencia. Y por lo que parecía, mejor que no lo supiera nunca, pensé limpiando mi cara con rabia.
Salí del baño con la firme idea de que esto no iba a volver a pasar nunca. Esperaba no volver a encontrarme con Jayson, él no vivía aquí, esta había sido una mala casualidad. Me acerqué a mis amigos, agradecí que ninguno se hubiera dado cuenta del tiempo que había pasado porque su simple pregunta en este momento me haría hecho soltarlo todo. Alex y Marcus estaban entretenidos el uno con el otro y Lily parecía haber conocido a un chico, así que simplemente me despedí de ellos con un "estoy cansada". Pero Alex me conocía casi mejor que yo misma, y no me creyó una sola palabra, pero tampoco me iba a poner contra las cuerdas en medio de una discoteca con mi ex a cincuenta metros de distancia.
–Si quieres irte está bien, Jamie, pero Marcus y yo te llevamos – me dijo mi amigo.
– ¿Qué? Claro que no, Alex. Cojo un taxi.
–Jamie... – estaba claro que no sabía cómo convencerme sin revelar mi trauma delante de su novio. Nota mental: cuando estemos en casa decirle que puede contarle lo que quiera de mí a Marcus. Si Alex confía en él, yo también.
–Estoy bien, de verdad. Nuestro apartamento no está lejos, y he bebido solo dos copas – añadí relajando la conversación. Ni siquiera podía culpar al alcohol de mi desliz mental.
– ¿Segura? – inquirió.
–Segurísima – sonreí. Besé su mejilla, la de Marcus y me despedí de Lily con un gesto y una sonrisa coqueta en referencia a su compañía. Cuando salí de aquel edificio en el que había estado metida las últimas cinco horas la brisa del verano me golpeó en la cara como una bofetada de realidad.
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Quiero Amarte#3 Trilogía EDL
Teen FictionCuatro años, cuarenta y ocho meses, más de doscientas ocho semanas, mil cuatrocientos sesenta días y más de treinta y cinco mil horas. Ese es el tiempo que Jamie y Jayson llevan sin verse. Cada uno ha seguido su vida intentando no saber nada de la d...