–Y la profe dijo que podíamos llevar nuestro juguete preferido el lunes – me contó Hope contenta mientras se movía sobre la cama. Se había despertado hacia una hora, y aunque sabía que era imposible que se volviera a dormir estaba intentando alargar el momento de levantarme de la cama – Mira, mami es Sky – señaló la televisión donde estábamos viendo sus dibujos favoritos.
Asentí con una sonrisa observándola en silencio, desde el primer día me gustaba hacerlo, pero aunque me doliera reconocerlo últimamente lo hacía de una manera diferente. Siempre había sabido que Hope tenía muchas cosas de Jay, pero ahora no podía mirarla sin pensar en él y en mi decisión de no haberle contado que estaba embarazada. Además, el haberlo visto ayer en aquella cama de hospital tan indefenso y a la vez tan en paz me había dejado bastante pensativa. Supe que había sido un error ir en cuanto salí de allí, pero no había podido evitarlo, y, al final, como me decía siempre que hacia algo que no salía del todo bien lo había hecho de corazón. Había necesitado ver en primera persona que Jayson estaba bien, aunque el acercarme a él, que su olor me rodeara y besar su mejilla no había estado en mis planes. Me había dejado llevar, y eso era lo que me daba tanto miedo.
Cuando llegué a casa conseguí olvidarme del tema, Alex y Hope ya habían preparado la mesa, y Marcus acababa de llegar. Pasamos un rato divertido juntos, pero antes de que me fuera a dormir Alex me acorraló en el pasillo y no tardó en conseguir que le contara lo que había hecho. A su reacción no hicieron falta palabras, estaba claro que le había sorprendido, pero una vez escuchó mi explicación de por qué había ido, solo me dijo que no le diera más vueltas. Jayson nunca se iba a enterar de lo que había pasado en aquella habitación de hospital, y nunca tendría que enfrentarme a asumir mis sentimientos delante de él. Aunque, mi amigo si me recomendó que estaría bien que a mí misma me diera la oportunidad de hacerlo.
– ¿Mami, podemos tener un perro?
–Uhmm no. Esta casa es demasiado pequeña para un perro.
–Pero si es uno pequeño si podemos, mamá.
–Hope, cielo, esta casa es muy pequeña y los perros necesitan espacio, un jardín... si algún día vivimos en una casa más grande con jardín pues ya veremos.
– ¿Y cuándo vamos a tener una casa más grande? – preguntó saltando por mi cama con una sonrisa.
–No lo sé. Nos acabamos de mudar. Monito te vas a caer – regañé suavemente – ¿Por qué no vamos a desayunar? – era una tontería seguir más tiempo en la cama. No me iba a volver a dormir y Hope había pasado de estar acurrucada junto a mi viendo los dibujos a saltar de un lado otro. Conclusión la calma de la mañana se había acabado.
Hope aceptó mi propuesta, y mientras le preguntaba donde había dejado sus zapatillas, ya que no podía ir descalza, y menos con el frío que estaba haciendo ya en Boston, sonó el timbre del apartamento. Me sobresalté con el ruido, no esperábamos a nadie, y era demasiado pronto, las nueve de la mañana de un sábado. De hecho, Marcus y Alex seguían en la habitación sin dar señales de vida, podría jurar que profundamente dormidos.
–Voy a ver quién es – comenté frunciendo el ceño confundida – Vete buscando las zapatillas en tu habitación, monito. Ahora vuelvo.
Me acerqué a la puerta mientras cogía el móvil de encima de la barra de la cocina, lo había dejado allí la noche anterior, los fines de semana no había alarma, sin contar a Hope, claro. Comprobé la hora de nuevo, y me volví a sorprender de quién podría ser y más a esta hora. Un par de golpes no demasiado fuertes, pero si perfectamente fáciles de oír se escucharon de nuevo.
–Ya voy, voy, un segundo – pedí y sin pensarlo mucho abrí la puerta – ¿Qué... qué haces aquí?
–Mami, ya he encontrado las zapatillas – escuché la voz de Hope a la vez que sus pasos se acercaban a la carrera. Observé asustada a la persona que tenía enfrente con el corazón latiendo en mi boca, y la persona me respondió frunciendo las cejas confundida – ¿Mami?
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Quiero Amarte#3 Trilogía EDL
Teen FictionCuatro años, cuarenta y ocho meses, más de doscientas ocho semanas, mil cuatrocientos sesenta días y más de treinta y cinco mil horas. Ese es el tiempo que Jamie y Jayson llevan sin verse. Cada uno ha seguido su vida intentando no saber nada de la d...