Habían pasado varias semanas desde la jodida operación, y por fin estaba contento. Tenía un buen motivo para estarlo y es que la recuperación iba tal cual habíamos pronosticado. Habían sido muchas charlas con los médicos que me operaron y los de mi equipo para ponernos todos de acuerdo en cuál era la mejor forma para hacerlo. Y parecía que lo que habíamos acordado estaba dando resultado. Hacia un par de días que había dejado de usar las muletas a todas horas, aunque de vez en cuando si sentía muy cargada la pierna seguía utilizándolas. Sobra decir que no podía correr ni hacer ningún jodido esfuerzo con la pierna derecha, pero si caminaba con normalidad, pronto podría conducir y los putos dolores eran cada vez menos al igual que la jodida medicación.
Todavía me quedaba bastante por delante hasta que pudiera pisar de nuevo un terreno de juego, pero con poder hacer una jodida vida normal y volver a entrenar pronto me valía. Iba a un centro de recuperación tres veces por semana, alguna incluso algún día más, allí trabajaba con el equipo del doctor que me había operado y el mismo seguía mi evolución en persona cada quince días. El resto de la semana seguía los ejercicios que mi entrenador y preparador físico había preparado junto a los médicos del Chelsea. No quería perder mi jodida forma física durante estos meses y que cuando estuviera recuperado de la lesión me costara más volver por no estar en forma. Como los ejercicios estaban bastante limitados por los pocos movimientos que podía hacer de cintura para abajo entrenaba casi siempre en casa.
Estaba viviendo en el antiguo apartamento que Niki y Harry tenían en la ciudad, me sobraban habitaciones así que habían decidido montar un gimnasio en una de ellas. Mi hermano y cuñada no pusieron problemas, de hecho no entendía para que seguían teniendo ese piso sin alquilar ni nada, pero no lo cuestioné, me vino de cojones no tener que ponerme a buscar casa. Además, estaba muy bien situado y las vistas de la ciudad eran la ostia.
No se lo compartía con nadie, pero muchas mañanas cuando observaba la ciudad desde el gran ventanal del salón recordaba lo mucho que había echado de menos Boston. Y eso no era un jodido problema, era la ciudad donde había nacido y crecido, el puto problema era la persona que siempre aparecía en mi cabeza tras esos pensamientos. Eso sí era un jodido problema. Por qué no había vuelto a saber nada de ella desde que me enteré que había ido a verme al hospital. Y por un lado no me importaba una mierda, estaba concentrado en mi recuperación, en mi jodida vida, pero por otro era como un puto fantasma que me perseguía, y que cuando menos lo esperaba emergía de mis recuerdos para joderme la vida. Parecía un puto loco cada vez que salía a la calle y me encontraba con alguna chica con el pelo como ella, oía una risa parecida a la suya, y me giraba para buscarla. No tenía ni puta idea de donde vivía, pero yo lo hacía con la emoción y rabia de encontrármela en cualquier momento.
Resoplé cabreado con el mundo y sintiendo el frío en todo el cuerpo me metí de nuevo en el salón. Estaba en el enorme piso que mis abuelos tenían en Nueva York, ayer había sido Acción de Gracias y no había podido encontrar una excusa creíble para escaquearme de la bonita cita familiar, sonreí irónico. Toda mi familia, toda, me había llamado para que viniera, y, sí, estaba incluyendo a Andrew, aunque una llamada bastante concisa, y, Alice, por supuesto, ¿a quién se le había ocurrido regalarle un móvil para emergencias a mi hermana? Porque estaba claro que con diez años todavía era demasiado pequeña para entender ese concepto, reflexioné negando con la cabeza. Mi madre me había llamado ayer para saber como estaba, ella estaba con George en Boston, porque una cosa era que la situación familiar fuera más cordial entre todos, y otra jodidamente distinta que de repente nos fuéramos a juntar todos en el mismo sitio. Todavía no había ocurrido nada que lograra ese gran acontecimiento, pensé divertido.
Me dejé caer en el sofá enfrente de la chimenea y durante varios minutos me quedé observando las formas y colores que hacía el fuego. Me relajaba, y no es que estuviera incómodo con toda mi familia alrededor, la cena de anoche había ido mucho mejor de lo esperado, y me habían dejado bastante a mi aire sin cuestionar por qué viajaba tan poco a Boston o preguntas sobre mi vida personal.
ESTÁS LEYENDO
Quiero Amarte#3 Trilogía EDL
Roman pour AdolescentsCuatro años, cuarenta y ocho meses, más de doscientas ocho semanas, mil cuatrocientos sesenta días y más de treinta y cinco mil horas. Ese es el tiempo que Jamie y Jayson llevan sin verse. Cada uno ha seguido su vida intentando no saber nada de la d...