Salí del apartamento de Jamie con un puto nudo en la garganta, no había podido aguantar más para preguntarle sobre esa jodida duda que llevaba días persiguiéndome. Desde el puto comentario de mi madre, y después cuando Jamie me dio el álbum de fotos y comentó aquello sobre sus fotos embrazada supe que necesitaba saberlo. Mis palabras cuando le di las gracias no podían haber sido más jodidamente reales, porque era justo eso, gratitud, lo que sentía en este jodido momento. Era el primer cumpleaños que había pasado junto a Hope, y ya se había convertido en el mejor de todos. Además, en cuatro días sería el suyo, parecía todo una puta jugada del jodido destino. Era el primer día que me alegraba al cien por cien de estar en Boston, no había echado de menos ni siquiera entrenar con mis compañeros. Estaba prácticamente seguro que de estar en Londres no habría podido pasar tanto tiempo con Hope, joder, si a lo mejor no sabría ni que existía. Solo flaqueé en el momento en que recibí la llamada de Chloe felicitándome, me sentía como una puta mierda por no estar pesando en ella tanto como se lo merecía. Le conté que iba a pasar el día con Hope, pero me ahorré nombrar a Jamie, aunque ella sabía perfectamente que iba a estar, al final mi hija tenía solo cuatro años y necesitaba a su madre tanto como a mí. Mientras hablaba con ella creía en un "nosotros", pero era acabar la llamada y una jodida realidad diferente aparecía frente a mí.
Seguía pensando que Jamie había hecho las cosas mal, jodidamente mal, y era imposible que de vez en cuando la rabia no surgiera en mí al recordar que había estado cuatro años viviendo en la puta ignorancia. No entendía como podía haber vivido ocultando la existencia de nuestra hija, pero también estaba siendo capaz de entenderla. No era por vanagloriarme, pero estaba seguro de que era la persona que mejor la conocía. Y si la Jamie que yo había conocido, de la que me había enamorado, ya era demasiado controladora con sus problemas antes, nunca dejaba que la ayudaras; no me quería imaginar a todo lo que tuvo que enfrentarse después del shock del coma y lo que vino después. Ahora sé que yo no estuve a la altura de las circunstancias, me comporté como un jodido cabrón, y me arrepiento de haber sido tan radical, pero, joder, para mí tampoco había sido fácil. El estar dos meses pegado a una puta cama de hospital rezando cada jodido día para que se despertara también me había venido grande. No supe actuar de otra forma, pensé que de verdad lo mejor era irnos juntos a Londres, que eso podía arreglarlo todo. ¡Qué jodidamente confundido estaba, joder! Los años de terapia me habían ayudado a ver mis errores, y ahora me estaban sirviendo para ver las acciones de Jamie con otra perspectiva.
Aunque me estaban costando muchas noches de insomnio y de meditar conmigo mismo todo lo que habíamos vivido desde el primer momento que nos vimos, sobre todo esta segunda vez. No me arrepentía de mi reacción al enterarme de que teníamos una hija, creo que cualquiera habría hecho lo mismo, y habría estado cabreado como una puta mona. Pero, joder, también estaba orgulloso de haber sido capaz de superar eso y centrarme en lo más importante que era mi hija. Hasta ahí todo estaba claro, y era capaz de controlarlo, pero había que añadir la variable de que volvía a estar mucho más cerca de Jamie, y eso no podía controlarlo. Verla, sentirla... se me olvidaba el jodido mundo, y de nuevo solo importábamos ella y yo.
Estuve sentado en el coche sin ponerlo en marcha unos diez minutos, pero aun así fui jodidamente incapaz de abrir el álbum de fotos. No sabía si estaba preparado para encontrarme con todo lo que me había perdido. Porque una cosa era saberlo y otra comprobarlo. Además, antes tenía que enfrentarme de una jodida vez por todas a algo que llevaba posponiendo ya demasiado tiempo.
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– ¡Felicidades, Jay! – gritó Alice contenta corriendo a abrazarme al verme a aperecer en el salón, una de las chicas de servicio me había abierto la puerta. Al ver a mi hermana no pude evitar acordarme de Hope.
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Quiero Amarte#3 Trilogía EDL
Teen FictionCuatro años, cuarenta y ocho meses, más de doscientas ocho semanas, mil cuatrocientos sesenta días y más de treinta y cinco mil horas. Ese es el tiempo que Jamie y Jayson llevan sin verse. Cada uno ha seguido su vida intentando no saber nada de la d...