Adrianna despertó de la pesadilla cubierta de un sudor frío. El cabello se le aferraba al cuello y no podía dejar atrás los restos de aquel sueño. Sabía que últimamente se habían vuelto mucho más frecuentes y vívidos, y aunque no podía recordar mucho sobre los detalles de los sueños, sabía que en cada uno de ellos, ella moría.
Y no solo había muerto en todos los sueños que había tenido recientemente, sino que la otra cosa constante que recordaba era que estaba enamorada de su asesino.
El sueño de esa noche se había sentido tan real, que incluso tenía el corazón agitado.
Adriana decidió ducharse y mientras preparaba una taza de café, sacó el pequeño diario que llevaba desde la secundaria para anotar los detalles del sueño, que aún seguían frescos en su memoria.
Sin embargo, titubeó. No estuvo segura de querer escribir aquel sueño, porque había sido peor que todos los demás.
Él había estado con ella, y al momento siguiente ella corría en mitad de la noche, sosteniendo con los puños cerrados su largo vestido de campana para no tropezar. Todo lo demás parecía un borrón, los detalles y los motivos de todo aquello parecían haber escapado de su consciencia. De lo único que estaba segura, era de que estaba en peligro.
Sintió miedo, mezclado con el conocimiento de que se suponía que debía hacer algo. Pero, ¿qué cosa podía hacer? Estaba enamorada de él. Él había sido todo lo que había estado buscando.
Y sin embargo, amarlo había sido el peor error de su vida.
Continuó corriendo, solo para caer y golpear el suelo con un golpe ensordecedor. Su vestido se enganchó en un arbusto, rompiéndose mientras se levantaba.
Y de pronto escuchó su voz.
Ella se dió la vuelta y se abrió camino a través del espeso y oscuro bosque, escapando del monstruo.
¿Qué había hecho?
Cayó una y otra vez, sus piernas estaban demasiado débiles para soportar la carrera. Hasta que, finalmente, no pudo correr más. Se escondió detrás de un viejo roble y trató de calmar la respiración.
Escuchó de improviso una rama romperse muy cerca de ella y se negó a abrir los ojos para encontrarse con su mirada enojada.
–¿Qué hice, qué hice? –susurró una y otra vez, aturdida.
–Sabes lo que hiciste –dijo él mientras su mano tocaba la mejilla de la joven.
Ella sintió las lágrimas calientes que caían sobre su rostro por lo que había hecho. Se había enamorado de un hombre que no debía y aquellas eran las consecuencias. Su cuerpo tembló por el simple toque. Todo aquello era su culpa. Estaba conociendo el lado más oscuro del hombre que amaba. Por su culpa se había convertido en un monstruo.
–¿Qué hice? –susurró entrecortada.
Y entonces se encontró en el suelo, con el cuerpo de él por encima del suyo. Un jadeo se escapó de los labios de la chica y por fin abrió los ojos.
Aquellos ojos, tan hermosos como el salvaje océano oscuro, habían podido ver a través de ella como los de nadie más. Pero no en ese momento, estaba tan cegado por la ira y la venganza, que no podían ver más allá de la piel
–Te amo –susurró ella, entrecortada.
Él la besó en la frente y ella se sintió destrozada. No le importaba que fuera su asesino, o que fuera la forma más pura de maldad. Ella lo amaba.
–No eres ella –dijo él, con voz cruel y filosa como un cuchillo–. Nunca serás ella.
Entonces aquellos hermosos ojos azules se volvieron oscuros y su boca formó una sonrisa. Ella gritó de dolor cuando él cortó la piel de su palma con la hoja de acero de una daga. Había estado tan perdida en él, que ni siquiera se había dado cuenta de que la había sostenido en su mano todo aquel rato.
De cualquier modo supo que se estaba quedando sin tiempo.
–Imploro por tu alma esta noche. Antes de las primeras luces del alba, sabrás la verdad...
–¡Cállate, bruja! –bramó él, y ella gritó de dolor por el corte en su mejilla. La suave piel blanca de su rostro se llenó de sangre, manchando sus cabellos con gotitas rojas–. Morirás esta noche, Ágata. Nada de lo que digas puede cambiar lo que hiciste.
–Renaceré y te recordaré –susurró ella, con un hilo de voz–. Y entonces sabrás la verdad.
Él sonrió aún más.
–A partir de este día, cualquier renacimiento que tengas será atraído hacia mí. Permitiré que te enamores de mí cada maldita vez y luego te mataré. Tu familia y tus amigos lo verán suceder y no podrán ayudarte. Con cada nueva vida, estarás condenada a revivir el pasado en tus sueños, solo que cuando despiertes, los sueños se volverán borrosos. A la primera señal del amanecer, solo recordarás fragmentos y nunca verás mi rostro hasta que yo lo permita; pero para entonces será demasiado tarde –finalizó él.
Ella lo miró por última vez a los ojos. Era inquietantemente hermoso y, sin embargo, podía sentir el oscuro poder que rezumbaba de su interior. Estaba tan perdida en su belleza que no se dió cuenta de que todavía tenía la daga hasta que se alojó en su corazón.
La conmoción se registró y sentió frío y, afortunadamente, su cuerpo se entumeció mientras la sangre llenaba sus pulmones.
Y entonces Adrianna despertó.
A la primera señal del amanecer, el recuerdo de aquel sueño se tornó borroso, incomprensible, y la tinta desapareció mágicamente de las hojas del diario.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Teen FictionMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...