Adrianna retorcía el pequeño trozo de papel en sus dedos una y otra vez. Margot y Stella la miraban. Las tres chicas habían estado metidas en la cabaña durante toda la mañana. Habían intentado hacer un hechizo para descubrir al autor anónimo de aquella nota, pero no había funcionado. La persona que lo había hecho, no había dejado ningún rastro de energía en él.
Y eso solo podía hacerlo alguien con magia.
–Sigue sin parecerme obra de Alex –susurró Stella–. No parece ser el tipo de cosas que hace un asesino.
–Tiene razón –intervino Margot–. Pero esto huele a alguien que te guarda rencor de un modo personal y que realmente quiere hacerte sufrir.
Adrianna pensó durante unos segundos.
–Tambien alguien con magia –dijo, como había advertido antes.
–Alguien que sabía que mantenías un diario, suponiendo que lo robaran a propósito –añadió Stella.
–Si es así, el ladrón tendría que estar familiarizado con esta casa –dijo Margot rápidamente–. Si no, él o ella no habría podido entrar, coger el diario y volver a salir mientras no estabas... Muy bien, pues: estamos buscando a alguien cruel y que probablemente sea un brujo, y lo más probable es que esté familiarizado con esta cabaña. Alguien que tiene algo personal contra ti y que no se detendrá ante nada para perjudicarte...
Las tres muchachas se miraron fijamente. Sus rostros se iluminaron de reconocimiento casi al mismo tiempo.
–Tiene que ser ella –murmuró Stella–. Tiene que serlo.
–¡Somos tan estúpidas! Tendríamos que haberlo visto enseguida –dijo Margot.
–Jennifer –susurró Adrianna, y apretó los dientes con tanta fuerza que la mandíbula le dolió.
Jennifer. En aquel instante, Adrianna realmente se sintió capaz de matar a la muchacha de ojos verdes. Y habría salido corriendo a intentarlo si Margot y Stella no la hubieran detenido.
–Recuerda que cualquier paso en falso que cometas podría significar tu exclusión del Clan –dijo Margot con fuerza–. Hay que pensar muy bien que hacer al respecto.
Adrianna, llena de ira, destrozó el papel entre sus dedos, convirtiéndolo en un millón de que pequeños pedacitos que se desparramaron por el suelo. Se contuvo apenas lo suficiente.
–Tengo que entrar a trabajar en una hora –dijo Margot, mirando el reloj de su muñeca y después de advertirle una vez más que no hiciera nada precipitado, se marchó.
Stella se despidió de Adrianna un rato después, ya que debía atender asuntos de su negocio. Adrianna cenó con su madre y su abuela, y justo cuando estaba preparándose para dormir, recibió una llamada.
–¿Hola?
–Adrianna –era Margot–. Tienes que venir ahora.
La chica sintió su corazón acelerarse por el tono de voz de su amiga.
–¿Qué sucede?
–Tú ven –insistió–. Estoy fuera del pub Moon, está tan solo a unas cuadras de la biblioteca –y colgó.
Totalmente extrañada, Adrianna se cambió de ropa lo más veloz que pudo, tomó sus cosas y salió casi corriendo. La voz de Margot se había oído con urgencia. Caminó calle hacia arriba, hacía el centro de Heaven Falls. Le tomó unos minutos llegar hasta el pub y una vez que estuvo allí, escuchó la música susurrante que salía a través de las ventanas del lugar.
Entró al local con lentitud y miró a su alrededor. La gente charlaba, reía y comía, absortos en su propia burbuja. De pronto unas manos la atraparon del brazo y la arrastraron hacía la oscuridad de una esquina.
–No dejes que te vean –susurró Margot.
Adrianna frunció el ceño y estuvo a punto de preguntar de quién hablaba, cuando sus ojos se encontraron con dos figuras frente a la barra. Los reconoció de inmediato. Eran Jack y Jennifer. Estaban muy cerca el uno del otro. Adrianna reconoció, por la forma en la que la muchacha acariciaba sus cabellos, lo miraba con ojos seductores y reía delicadamente, que algo se desataba entre ellos.
–Salí de la biblioteca y los vi caminando juntos –explicó Margot, con voz muy baja–. Así que los seguí hasta aquí.
Algo hizo que Adrianna girara con cautela y se moviera en silencio hacia ellos, en lugar de caminar como una tromba para iniciar un enfrentamiento con Jennifer como había deseado hacer. Margot la siguió sigilosamente por detrás.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para escucharlos, Adrianna se detuvo, escondiéndose entre la gente, y se concentró en ocultar su energía, para que ellos no pudieran notar su presencia. Supuso en un primer momento que Jennifer habría corrido detrás de Jack como solía hacer cada vez que Adrianna terminaba con un chico, pero supo por las palabras de Jack que algo más sucedía allí.
–Pero, ¿cómo se lo mostraremos a todo el mundo? –decía, hablando en voz baja.
Adrianna se esforzó aún más para oír sus voces a través de los demás sonidos.
–Es fácil –dijo Jennifer–. Lo haremos en la celebración por el comienzo de la Luna Negra. El Consejo ha decidido que se hará en mí casa, así que solo tengo que pedirle a mí padre que me deje ser la anfitriona. Leeré el diario cuando sea mí momento de dar la bienvenida, y todo el mundo sabrá todos sus secretos. Estoy segura de que incluso la expulsarán del Clan.
El descarado odio y la malicia de la voz de Jennifer hicieron que a Adrianna se le pusiera la carne de gallina. Vió como los labios de la chica se extendían en una sonrisa socarrona, pero Jack se removió en su silla, luciendo incómodo.
–No estoy muy seguro de esto.
–Ella fue una perra contigo, Jack.
Jennifer acarició con los dedos el brazo del muchacho y se acercó más a él. Jack bajó la mirada y tras unos segundos volvió a mirarla. Sus ojos estaban fijos en los de Jennifer, como si por unos instantes, no pudiera apartar la vista de ellos.
–Lo haremos –dijo finalmente.
Ella sonrió, victoriosa, y lo besó en los labios.
–Pero, ¿por qué estás tan segura de que podrían expulsarla? –preguntó él, al separarse de la chica.
–Bueno, habla acerca de por qué abandonó el pueblo. Y te aseguro que la razón por la que lo hizo sorprenderá a todos. Nadie la querrá aquí después de que se enteren.
Jack movió la cabeza, pensativo.
–¿Lo guardas en un lugar seguro?
–No, Jack, lo guardo sobre la mesita de noche al lado de mí cama –dijo ella, sarcástica–. ¿Hasta qué punto crees que soy estúpida?
–Bueno, lo bastante como para enviarle notas que la ponen sobre aviso. ¿Y si ella deduce quién lo tiene?
–¿Qué hará llamar a la policía? –Jennifer soltó una risa–. Tu quédate tranquilo y espera hasta el día de la celebración. Entonces contemplarás como ella recibe un castigo por lo que te hizo.
Absorta en todo lo que acababa de escuchar, Adrianna giró en redondo y se escabulló del lugar tan silenciosamente como había entrado.
Era casi demasiado para pensar en todo a la vez. Jennifer, que en una ocasión había sido su mejor amiga, la había traicionado y quería hacer que la expulsaran del Clan. Jack, que siempre había sido tan bueno y amable con ella, era ahora una auténtica amenaza. Quería vengarse de ella por lo que le había hecho. Y lo peor era que estaban usando el propio diario de Adrianna para hacerlo. Diario que contenía palabras que nadie además de ella debería leer.
No tenías a nadie a quien culpar de aquello, salvo a ella misma. Si al menos no hubiera escrito aquellos secretos, si al menos no hubiera llevado el diario a Heaven Falls. Si al menos, si al menos...
En aquel momento, todo lo que importaba era que tenía que recuperarlo.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Teen FictionMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...