Capítulo 26

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Adrianna caminó por la carretera en medio de la noche hasta la cabaña, subió a su coche estacionado en el porche, cerró la puerta con un golpe seco y aceleró el motor, haciendo rugir las ruedas sobre el asfalto. Estaba conmocionada. Condujo sin ver ni oír realmente nada del exterior, llorando, encerrada en su propio tornado de emociones. Se había enamorado de alguien cruel y malvado, de un asesino, un Oscuro.

Decidió que se iría. Había hecho las maletas lo más rápido que pudo y las cargó en el baúl. No volvería a poner un pie en Heaven Falls nunca más. No se perdonaría aquello nunca. Nunca. No necesitaba familia, ni tampoco amigos... Había sido egoísta con todos ellos. No los merecía.

Mientras aceleraba la velocidad para ascender por el sinuoso camino, Adrianna sintió que sus pensamientos también se aceleraban. A pesar de sí misma, sintió que una risita ahogada ascendía por su garganta. La risita le hizo soltar unas cuantas lágrimas más y se sentó y las secó, sacudiendo la cabeza.

Dios ¿cómo se habían vuelto las cosas de ese modo?

Vaya noche. Debería de estar ocupada en una celebración por qué habían vencido a Jenni, y en su lugar estaba llorando sola en su coche en mitad de la carretera. Aunque Jennifer había tenido realmente un aspecto condenadamente divertido. El cuerpo de Adrianna se estremeció con unas risitas levemente histéricas. Vaya expresión la del rostro de Jennifer. Esperaba que alguien la hubiera filmado en vídeo.

Por fin, sollozos y risitas se calmaron y Adrianna sintió una oleada de cansancio. Se recostó sobre el volante intentando no pensar en nada durante un rato, y luego salió del coche. Hasta entonces no había advertido el tiempo que hacía, pero en ese momento miró a su alrededor alarmada. El cielo que hacía unos segundos había estado sereno y con un millón de estrellas brillantes, en ese instante estaba nublado y oscuro. Había una neblina que se deslizaba por el suelo, como exhalada de los bosques circundantes. Las nubes no sólo estaban arremolinadas: bullían. Y el viento era cada vez más fuerte. Gemía a través de las ramas de los robles, arrancando las hojas que quedaban y lanzándolas como un aguacero. El sonido aumentaba sin parar; no era sólo un gemido, era un aullido. Y había algo más. Algo que venía no sólo con el viento, sino del aire mismo, o del espacio alrededor del aire. Una sensación de presión, de amenaza, de alguna forma inimaginable. Acumulaba energía, se aceraba, la rodeaba.

Adrianna se volvió en redondo de cara a los robles.

Algo... estaba allí afuera. Algo... muy malo....

–No –murmuró.

No podía verlo, pero lo percibía, como una gran forma alzándose para colocarse sobre ella, ocultando el cielo. Percibió la maldad, el odio, la furia animal. La Oscuridad.

–¡No!

Más y más alto, aquello se erguía sobre ella. Seguía sin poder ver nada, pero era como si unas alas enormes se desplegaran, estirándose para tocar el horizonte a ambos lados. Algo con un poder más allá de toda comprensión... y que quería matarla...

–¡No!

Corrió hacia el coche justo cuando aquello se inclinaba y descendía en picado a por ella. Sus manos buscaron desesperadamente la manija, y hurgó torpemente con las llaves. El viento chillaba, aullaba, tirando de sus cabellos. La tierra que se levantó del suelo le roció los ojos, cegándola, pero entonces la llave giró y abrió la puerta de un tirón.

Cerrando de golpe la puerta descargó el puño sobre el cierre del otro lado. El viento rugió con un millar de voces en el exterior. El coche empezó a balancearse.

-¡Para! ¡Alex, para!

Su débil grito se perdió en la algarabía. Alargó las manos sobre el salpicadero como para equilibrar el coche, y éste se balanceó con más fuerza. Entonces vio algo. La ventanilla trasera estaba empañada, pero pudo distinguir una forma a través de ella. Una forma oscura que la rodeaba.

Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora