Capítulo 22

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Adrianna no durmió como él se lo había pedido, más bien, siguió tratando de recordar todo lo que pudo sobre esa noche. Por la mañana siguiente, las piezas seguían llegando a ella y no estaba segura de qué había sucedido realmente y qué había sido una ilusión. Sacó un bolígrafo del cajón junto a la cama y escribió cada detalle extraño que no podía recordar con claridad en sus brazos; por si acaso lo olvidaba. No fue hasta que se escuchó la voz de una mujer a través de la puerta que arrojó el bolígrafo a un lado y se cubrió los brazos.

La puerta se abrió con fuerza.

–¡Aquí estás! –dijo Margot, que se acercó a la cama casi corriendo–. Vamos, levántate, te llevaré a mí casa.

Adrianna la miró confundida, mientras Margot la tomaba del brazo y la obligaba a ponerse de pie. En ese momento, Alex entró a la habitación, luciendo tan sereno y tranquilo como siempre.

–Ni siquiera te acerques –espetó Margot, mirándolo con ojos amenazadores.

Alex la miraba con rabia, pero mantenía su apariencia tranquila.

–Ya te dije que la saqué del fuego y luego la traje para curarla...

–Si, por supuesto –lo interrumpió Margot, con tono sarcástico.

–Margot, es cierto –dijo Adrianna, con voz suave–. Alex me salvó. Y a mí familia.

Su amiga la miró desconcertada. Alex permaneció en el umbral de la puerta, observando en silencio.

–Adrianna, ¿qué estás diciendo? Es un asesino, un psicópata, un...

–Margot, es la verdad –susurró Adrianna, con total honestidad.

Margot se quedó en silencio durante unos segundos, y luego habló con un tono más bajo.

–No confío en él. Te quedarás en mí casa.

Adrianna asintió con la cabeza y dejó que Margot la ayudara a caminar. Cuando pasó al lado de Alex, Adrianna lo miró fijamente. Su amiga la arrastró tan rápido, que biso quiera pudo decir algo más. Él permaneció en silencio hasta que ellas desaparecieron por el pasillo.

En casa de Margot, ésta le prestó ropa cómoda y limpia. Mientras se duchaba, Adrianna tuvo cuidado con las áreas que se habían quemado. El baño de sal de la noche anterior, mezclado con lo que había hecho Alex, era increíble. Las quemaduras parecían casi completamente curadas y apenas dolían cuando se movía.

Luego leyó cada una de las anotaciones de su brazo y se sorprendió al darse cuenta de que apenas recordaba haber escrito todo eso. La única anotación que llamó realmente su atención era una con letras grandes cerca de su muñeca que decía:

¡ME OBLIGA A OLVIDAR! ¡NO DEBO OLVIDAR!

Mientras borraba la tinta de su piel con jabón, Adrianna pensó ferozmente qué era aquello que no debía olvidar, pero no pudo descubrir de que se trataba. Los recuerdos se arremolinaban en su cabeza llena de confusión, y mientras más tiempo pasaba pensando en ello, más se agudizaba el dolor en su mente.

Durante la tarde, Margot y Stella la acompañaron hasta la casa de Helen, donde su madre y su abuela se recuperaban. Adrianna se sintió tan aliviada y feliz de verlas bien, que casi lloró. Helen les ofreció té y mientras lo bebían, la mujer las miraba con preocupación.

–No hemos podido identificar la causa del incendio –dijo, con voz lamentable–. Pero el Consejo ayudará para que reparen la casa. Alex McCarthy hizo grandes inversiones para el pueblo y también está dispuesto a ayudar. Es un gran hombre.

Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora