Mientras Margot buscaba el botiquín de primeros auxilios para limpiar las heridas de Adrianna, Stella preparaba una bebida caliente con raíz de valeriana. Aseguraba que aquello la ayudaría a dormir mejor. Después de que le desinfectaran las heridas y beber la infusión, las tres chicas movieron los colchones de la otra habitación hacia la de Adrianna y los colocaron junto a la cama. Cuando apagaron las luces y finalmente estuvieron acostadas, las tres chicas se durmieron casi al instante. Las horas pasaron y Adrianna no supo qué la había despertado, pero estaba tan cansada, que ni siquiera tuvo fuerza para abrir los ojos.
Deslizó la mano sobre la cama y sintió algo duro y suave al mismo tiempo, cálido. Abrió los ojos un poco para ver lo que tocaba su mano, pero la habitación estaba bañada en sombras oscuras. Su mano continuó explorando los contornos de lo que fuera que había en su cama, y luego, lentamente, su cerebro se puso en marcha y levantó la cabeza. Se empujó de la cama instintivamente, pero antes de que pudiera alejarse ni siquiera una pulgada, él estaba sobre ella.
Su mano capturó las de ella y las presionó contra el marco de metal de la cama dolorosamente mientras su otro brazo presionaba contra su boca, impidiéndole poder respirar o gritar. Sus pulmones ardieron. Jadeó y luchó contra su cuerpo inamovible. No parecía que pesara tanto y, sin embargo, ni siquiera podía moverse. Sintió su pulso acelerarse cuando la realidad de lo que estaba sucediendo se hundió. Aquellos ojos azules la miraron como si le fascinara verla casi asfixiada y en el momento en que disminuyó su agarre y quitó la mano de su boca, ella jadeó y aspiró aire. Había planeado gritar, para despertar a Margot y Stella, pero su mano volvió a cubrirle la boca.
–Si gritas, estás muerta. No seas estúpida. No grites –susurró él, con voz ronca.
Su mano se levantó de la boca de la chica, se movió a su garganta suavemente y la miró con amenaza.
–Suéltame –siseó ella.
Continuó luchando por liberar sus manos.
–¿Qué viste esta noche? –preguntó él.
–Eras tú –soltó ella en aquel instante, reconociendo aquella poderosa energía oscura que la acorralaba–. Tú atacaste a Lucy.
–Eso no fue lo que viste –dijo él en un tono que pareció golpear en la cabeza de la muchacha.
–No...
Aquellos ojos azules sostuvieron los de ella y Adrianna perdió todo pensamiento coherente. Sintió que se ahogaba en ellos, como si todo lo demás dejara de existir. Trató de formar palabras, pero no salió nada a través de sus labios.
–No luches –susurró él suavemente mientras su pulgar trazaba la mejilla y luego el labio inferior de la jóven.
El miedo se extendía a través de ella. Se sentía mal, su magia, lo que podía hacer. No tenía fuerza de voluntad, nada. Las palabras se le escaparon, y eso la asustó muchísimo. ¿Qué clase de monstruo era? No podía hablar y su mente estaba en blanco. Todo lo que existía era él. Trató de hablar de nuevo, pero solo aire escapó de sus labios.
–Solo viste a Lucy en el bosque –susurró él, con voz ronca–. Nada más.
–Solo ví a Lucy en el bosque. Nada más – repitió Adrianna en voz baja y parpadeó ante sus propias palabras.
Eso no había sido lo que pretendía decir en absoluto.
–Sí –dijo él mientras levantaba sus manos de las de la jóven, soltándolas–. Eres una buena niña. Fuiste al bosque y solo viste a Lucy tendida en el suelo.
–Solo ví a Lucy tendida en el suelo –susurró Adrianna, sin aliento.
Pudo ver su cruel sonrisa curvarse en la oscuridad y una lágrima se deslizó de su ojo. No podía moverse. La había liberado físicamente, pero algo había reemplazado su agarre y ella no podía hacer nada más que quedarse tumbada en la cama con los brazos aún pegado al respaldar.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Teen FictionMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...