Adrianna corrió dando tumbos por el pasillo en penumbra, intentando visualizar lo que había a su alrededor. Entonces el mundo se iluminó repentinamente con un parpadeo. Su alivio fue tan grande que estuvo a punto de gritar. Jamás había pensado que se sentiría tan contenta simplemente por el hecho de ver. Permaneció parada un instante para mirar a su alrededor agradecida.
–¡Adrianna! ¿Qué haces aquí?
Era Margot, que se acercaba a toda prisa por el pasillo hacia ella.
–¿Qué sucedió con la luz? –preguntó.
Su amiga hizo una mueca.
–No lo sé, todas las llaves de luces estaban bajadas. No podía subirlas. Hablo en serio –dijo, ante la mirada incrédula de Adrianna–. No podía subirlas, hasta que simplemente, después de un rato, parecieron aflojarse. Pero, ¿qué haces tú aquí?
Adrianna vaciló. No quería hablar del misterioso muchacho. Ni siquiera supo por qué.
–Ya estoy muy cansada –murmuró–. De todos modos, creo que hemos hecho suficiente por hoy.
Margot no dijo nada, pero le dedicó a Adrianna una aguda mirada escrutadora, y ésta tuvo la desagradable sensación de que aquellos ojos veían por debajo de la superficie.
Todo el resto de la semana, Margot y Adrianna continuaron tratando de buscar información, y Stella seguía negándose a hablar de lo sucedido en el bosque. Finalmente, el jueves por la tarde, Silas se presentó ante su puerta con un hermoso ramo de flores para invitarla a ser su acompañante para la celebración del sábado. Adrianna aceptó de inmediato y cenaron juntos aquella noche.
Sin embargo, en muchos aspectos Silas seguía siendo para Adrianna un misterio tan grande como lo había sido la primera vez que lo vio. Evitaba hablar de su familia o de su vida antes de llegar a Heaven Falls, y si ella le hacía alguna pregunta, la desviaba. Le preguntó mientras cenaban carne asada y bebían una copa de vino si echaba de menos Europa o quería volver allí.
Sus ojos se iluminaron.
–Sí, en ocasiones extraño mi hogar, pero ¿cómo podría siquiera pensar en volver si tú estás aquí? –contestó, y la besó de un modo que hizo desaparecer toda pregunta de su mente.
En aquellos instantes, Adrianna se sentía contenta y todo lo malo que había ocurrido desaparecía de su mente. Pero los buenos momentos duraban poco. Aquella noche, luego de despedirse de Silas, tuvo pesadillas. Ella corría por el bosque y algo la perseguía. Finalmente la mataba. Se despertó temblando y sudorosa, y tuvo que preparar una enorme taza de café para mantenerse despierta. No quería tener más pesadillas.
Aún así, cuando buscó debajo del colchón el diario en el que siempre escribía acerca de sus pesadillas, o lo poco que recordaba de ellas, se dió cuenta de que no estaba. Buscó por el resto de la casa, debajo de la cama, en la cocina, debajo de los cojines del sofá, e incluso en el baño, pero no lo encontró. Había desaparecido. O lo que podría ser aún peor, alguien podría haberlo tomado.
Pero, ¿quién?
Adrianna se sintió inquieta. El solo pensar en alguien leyendo su diario, con todos sus pensamientos íntimos y más oscuros secretos plasmados en él, le daba desesperación. Decidió llamar casi inmediatamente a Margot y Stella. En un par de minutos, ellas estaban en la puerta.
–Alguien ha robado mí diario.
–¿Quién querría robar un diario? –preguntó Stella desde la cocina, mientras preparaba té con hierbas.
–Alguien con nada importante que hacer –resupo Margot–. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
–Cuando llegué aquí –dijo Adrianna, haciendo memoria–. Lo escondí debajo del colchón y hoy cuando fui a buscarlo, no estaba.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Teen FictionMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...