Capítulo 11

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Adrianna había buscado a Silas por todas partes, pero no lo encontraba. Llevaba un largo rato caminando al rededor del salón, tratando de encontrarlo por debajo de las máscaras, sin éxito. Nadie lo había visto, al igual que tampoco nadie parecía haber visto al alguacil Fox.

Rendida, Adrianna se acercó a una larga mesa con un mantel violeta oscuro y decidió aguardar allí. Vislumbró gran variedad de cosas para picar y notó que se veían sorprendentemente buenas. Cogió una servilleta de papel y dedicó toda su atención a la comida, inclinándose por delante de la gente para seleccionar cuñas de queso y galletitas saladas.

En cuento se sintió satisfecha, se volteó nuevamente hacía la pista de baile y entonces todo se hizo añicos. Lo vió allí, de pie entre la multitud de gente, luciendo con su asombroso traje negro, tan oscuro como la misma noche. El hombre que la había besado.

Él le devolvió la mirada mientras avanzaba hacia ella, con paso seguro y despreocupado. Sonreía de modo desafiante. Y al llegar ante ella colocó la mano sobre el corazón e hizo una sutil reverencia; luego le tendió la mano como retándola a tomarla.

–¿Te gustaría bailar? —preguntó.

Adrianna reconoció su voz, la había escuchado antes, pero no pudo recordar dónde. Ahora que lo veía en la luz, sus sentidos siguieron registrando sin piedad: ojos azules dominando su campo visual y una vaharada de alguna clase de colonia en los orificios nasales.

Los ojos de él seguían fijos en los de ella.

Adrianna consiguió recuperar el aliento por fin y abrió la boca, aunque no estaba segura para qué. Aquel hombre era peligroso. Algún instinto dentro de ella se lo decía. Sin embargo, ninguna palabra salió de sus labios. En su lugar, alzó la mano casi por inercia y la colocó sobre la de él.

Mientras dejaba que la condujera a la pista de baile, la escena a su alrededor le pareció espectralmente luminosa y antinatural. Él colocó una de sus manos al rededor de su cintura y la atrajo más cerca de su cuerpo, casi pegados. Sus respiraciones se mezclaron y el corazón de ella latió desbocado. Los ojos azules de él la miraban fijamente, como si pudieran llegar hasta su alma, y sus labios se curvaron en una sonrisa provocadora. Sus dedos se mantenían cálidos y duros sujetando los de ella.

Bailaron en silencio, dando vueltas al rededor del inmenso salón, iluminados por luces de colores, en perfecta sincronización, juntos. Él sonreía mirándola, los oscuros ojos centelleando divertidos. Ella se sentía hermosa, preparada y alerta y lista para cualquier cosa. Las demás parejas bailaban a su alrededor, aunque para Adrianna todo el mundo parecía haber desaparecido.

–¿Quién eres? –preguntó por fin, con voz calma, sin apartar la mirada de sus ojos azules.

Él mostró una encantadora sonrisa en los labios y se inclinó ligeramente hacía su oído.

–Ya nos conocemos, Adrianna.

Bajó la mirada hacia el vestido y luego la subió lentamente, sin perderse ningún mínimo detalle de ella. Entonces, sus ojos se posaron sobre su hombro derecho, que estaba al descubierto por la forma del vestido. Él acarició delicadamente la piel con su dedo, sobre un pequeño lunar apenas visible. Ella sintió un escalofrío que se extendió desde donde él había tocado hacía el resto de su cuerpo.

–¿Sabías que un lunar en el hombro derecho significa que eres una persona aventurera, de espíritu inquieto?

Ella negó con la cabeza débilmente.

De pronto, el baile se vió interrumpido cuando Helen, de pie en el centro del salón, llamó la atención de todo el mundo. Dio la bienvenida a los nuevos brujos y brujas que habían llegado a Heaven Falls durante los últimos días para unirse al Clan y anunció, con voz emocionada, que había llegado la hora del desenmascaramiento.

Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora