Capítulo 23

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A la mañana siguiente, Adrianna se despertó y se encontró con que Alex se había ido. Ya no sentía ningún rastro de su presencia en la habitación. Margot estaba peinándose frente al espejo, con los ojos somnolientos y en silencio, y sólo asintió con la cabeza cuando Adrianna pasó por su lado.

Adrianna había aprendido hacía mucho tiempo que era inútil conversar con Margot antes de que tomara su primera taza de café por la mañana. Sin duda, Margot hubiera dicho algo si hubiera notado a Alex en la habitación, pensó Adrianna mientras se dejaba caer en la silla del comedor para tomar un café caliente.

Margot apareció por las escaleras unos minutos después y la miró con rostro decidido.

–He estado pensando en algo –dijo, sentándose frente a Adrianna–. Pero no estoy muy segura.

–¿De qué se trata?

–¿Recuerdas el día de la primera celebración, cuando te hablé de Sergei Malbont?

Adrianna frunció el entrecejo.

–Si, ¿por qué?

–He pensado que quizás podríamos intentar hablar con él. Tal vez pueda ayudarnos, de alguna manera, a parar con todo esto.

–¿No mencionaste que estaba en una institución de salud mental? –preguntó Adrianna.

–Si, ese es el problema. Por lo que sé, en ocasiones está lúcido. Pero a veces es como si... perdiera la razón.

Adrianna hizo una mueca. ¿Y si él no les podía decir nada? ¿Y si había perdido el juicio hasta tal punto?

–Todo lo que podemos hacer es intentarlo –dijo, haciendo que la voz sonara tan
optimista como le fue posible.

La institución era un lugar terrible. Adrianna intentó con todas sus fuerzas ocultar su horror, pero sabía que Margot y Stella podían percibirlos. Los hombros de Margot estaban muy erguidos en actitud decidida mientras avanzaba por los corredores por delante de ellas.

No era un lugar sucio ni estaba lleno de maníacos enfurecidos ni nada parecido. Los pacientes se veían limpios y bien cuidados. Pero había algo en los olores a desinfectante de hospital y en los pasillos atestados de sillas de ruedas inmóviles y ojos inexpresivos que hacía que Adrianna quisiera salir corriendo.

–Ésta es su habitación –dijo la muchacha que las dirigía.

Margot se había encargado de hacerse pasar por una familiar de Sergei. En el interior de la habitación había un hombre con cabellos blancos que todavía mostraban alguna que otra salpicadura de un tono negro. El rostro era una masa de arrugas y líneas; los ojos estaban legañosos y bordeados de rojo y miraban sin ver.

–Señor Malbont –dijo Margot, acercándose a su silla de ruedas–. Soy Margot Willed. Soy miembro del Clan de Heaven Falls. Tengo algo importante que preguntarle.

Los ancianos ojos ni siquiera parpadearon. Stella se acuclilló sobre los talones.

–Señor Malbont, necesitamos su ayuda –dijo, y mirando directamente al rostro arrugado empezó a hablar suavemente, tranquilizandolo.

Pero los opacos ojos ni siquiera se movieron un poco. Se limitaron a seguir mirando fijamente sin ver. El único movimiento era un leve temblor continuo en las nudosas manos colocadas sobre los brazos de la silla de ruedas. Y sin importar lo que Margot y Stella hicieran, ésa fue toda la respuesta que consiguieron obtener.

Al final Adrianna intentó utilizar su energía. Pudo percibir algo en el anciano, alguna chispa de vida atrapada en la cárcel de aquella carne. Pero no pudo llegar a ella.

Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora