Alex la condujo hacia una habitación que estaba junto a la suya y regresó a su propia habitación para cambiarse. No era tan masculina como su habitación. Estaba decorada en tonos suaves y delicados de lila y crema.
Un rayo crujió fuera de la ventana, seguido por un fuerte trueno. La mente de Adrianna repitió todo lo que había sucedido hasta entonces y se dió cuenta de que estaba con un asesino, en su casa, que decía que iba a cuidarla. Su cerebro también estaba tratando de envolver la idea de que casi había muerto esa noche.
No sabía qué sentir, ni a quién culpar, pero en su mente, estaba gritando en silencio. Su cuerpo todavía temblaba, la adrenalina escapó lentamente mientras la realidad de los eventos se hundía. Ese tipo de cosas simplemente no habían sucedido nunca. El Clan se mantenía oculto a los forasteros para que ese tipo de cosas no ocurrieran.
Adrianna lo sintió antes de verlo, ese zumbido eléctrico que se deslizó sobre ella, electrocutando sus sentidos, el aroma masculino que desprendía. Se quedó quieta, clavada en el suelo por miedo a estar en la misma habitación que él, hasta que finalmente cogió coraje y lo miró. Llevaba tan solo unos pantalones negros. Su cuerpo era duro como una roca, con músculos lisos que parecían esculpidos por el mejor artista.
Pasó a su lado y Adrianna se quedó donde estaba.
–No hay baño en esta habitación, solo la suite principal en mi habitación. Hay otro baño en el pasillo. El Consejo me ha informado que tu abula y tu madre han sido sanadas y ya se han acostado para pasar la noche. Si necesitas algo, solo pregúntame -dijo mientras bajaba las mantas y le indicaba con un leve movimiento de cabeza que se metiera debajo de ellas.
Adrianna se movió lentamente, todavía le dolían las quemaduras mientras se acercaba a la cama.
–Acuéstate –dijo él, mientras se sentaba en la cama con cuidado.
Adrianna se recostó tan lentamente, que le llevó al menos un minuto completo estar tendida sobre la cama. Finalmente lo miró a los ojos y él le devolvió la mirada.–Curaré tus heridas y tú responderás a mis preguntas mientras lo hago, ¿entiendes? –dijo con una voz que envió agujas al cerebro de ella.
Adrianna sintió que sus ojos se volvían pesados mientras lo veía sentado frente a ella en la cama.
–¿Recuerdas algo de tu última vida? –susurró él y ella levantó los ojos para mirarlo.
–No –respondió, y se preguntó por qué sentía la necesidad de responder a su pregunta. Le dolía el cerebro, pero era mínimo–. No recuerdo nada.
–¿Quién te persigue, Adrianna? –preguntó, sus ojos clavados en los de ella.
–No lo sé.
Adrianna intentaba apartar los ojos de los de él, pero era incapaz de hacerlo. Solo podía mirar sus pupilas mientras sentía que no existía nada más que ello.
Los dedos de él tocaron las quemaduras de las piernas de ella delicadamente.
–Relájate y no te muevas, Adrianna. No sentirás dolor, ¿me entiendes? –susurró, su voz llena de significado.
Ella sintió como su cuerpo se relajaba casi inmediatamente y miró sus ojos mientras bajaban a su piel quemada. Quería cerrar los ojos, pero no podía. Se sentía abrumada, como si moverse fuera imposible. Pudo sentir entonces cómo la energía de Alex, la oscura energía de Alex se deslizaba desde sus dedos hacia su piel. Adrianna sintió que era como estar siendo acariciada con los pétalos de una rosa, como si los cálidos y suaves dedos erradicaran con delicadeza el dolor, hasta hacerla estremecer de placentero alivio.
–Alex... –susurró, viendo como sus ojos volvían a mirarla, como si sus palabras lo sorprendieran.
–¿Quién eres tú? –preguntó él, sus ojos se estrecharon mientras sus manos continuaban deslizándose por la piel de ella.
–Soy Adrianna Harris, hija única de la casa Harris –murmuró.
–¿Tienes un lado oscuro, pequeña bruja?
–Sí –susurró ella con una voz ronca que no reconoció.
–¿Me amas? –preguntó Alex.
¡No!
–Sí.
Adrianna mordió su labio inferior, tratando de luchar contra lo que sea que estaba pasando. Él la estaba acribillando con preguntas, y lo que quería decir no salió, en cambio, solo salió la verdad.
¿Lo amaba? No podía ser. Era un Oscuro, un asesino, un monstruo.
Entonces, ¿porque había dicho eso?
–Me tienes miedo –dijo él.
–Sí.
Adrianna estaba absolutamente aterrorizada de la facilidad con que le respondía, como si de alguna manera él la estuviera obligando a hacerlo.
–¿Tienes miedo de lo que sientes a mi alrededor? –continuó él, sus ojos sosteniendo los de ella, prisioneros.
–Si –respondió ella, deseando que su boca se cerrara y dejara de responderle–. Qué me estás haciendo?
Él sonrió.
–¿Sabes quién soy? –preguntó suavemente.
–Alex McCarthy.
Alex rió y permaneció en silencio un largo rato.
–Debería terminar con todo esto y matarte de una vez –susurró por fin y los ojos de ella se llenaron de terror, pero aún era incapaz de moverse, ni siquiera podía intentar gritar–. Pero primero voy a encontrar a quien sea que esté tratando de hacerlo. Si alguien va a matarte, ese seré yo.
–No sé que es lo que me estás haciendo, pero detente ahora –ordenó ella, casi con suplica.
Él sonrió y sus ojos se iluminaron con fervor.
–Eres más fuerte de lo que pensaba –dijo en voz baja con una mirada salvaje en sus ojos cuando algo más oscuro pasó detrás de ellos–. Va a ser mucho más divertido destruirte esta vez.
Adrianna tembló. Los ojos de Alex se arremolinaban con fuego negro y llamas azules, y ella jadeó ante su belleza.
–Ahora, cuando te lo diga, recordarás todo sobre esta noche, excepto los últimos cinco minutos.
–¿Cuántas veces me has hecho esto? –susurró ella, enojada.
¿Cómo diablos podía hacerle eso? ¿Cuántas veces lo había hecho?
–Olvida lo que te dije, ahora –dijo él.
Adrianna parpadeó, luchando por recordarse a si misma que no debía olvidar. No debía olvidar.
–Alex... –susurró, parpadeando mientras su mano se deslizaba por sus quemaduras.
–¿Cómo está el dolor? –preguntó él, sus ojos levantándose para sostener los de ella.
–Está bien –respondió Adrianna–. ¿Me desmayé?
Vió como los labios de Alex se torcían como si luchara por contener una sonrisa.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Teen FictionMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...