Adrianna arrastraba las maletas fuera del coche con inutilidad, pero pronto Margot y Stella se acercaron a ayudarla. Su madre y su abuela también la acompañaban. Habían conducido durante tres horas hacia el aeropuerto más cercano, dónde tomaría un vuelo de dos horas hasta Virginia y luego otro mucho más largo hasta Europa.Sin embargo, mientras entraba en el aeropuerto y aguardaba por subir al avión, Adrianna se sentía ansiosa. No supo si era por el hecho de tener que viajar en avión, o tal vez por algo más.
Pero por alguna razón, sentía que no estaba haciendo lo correcto.
¿Acaso estaba huyendo otra vez?
Adrianna abrazó fuertemente a su madre, a su abuela y a sus amigas. Se despidió lo más rápido posible, ya que tenía miedo de romper a llorar. Las despedidas siempre le habían sabido amargas.
Mientras hacía fila para subir al avión, Adrianna miró distraídamente por los cristales del aeropuerto, observando el bullicio de los camiones del aeropuerto, de los transportistas de equipajes, de otros aviones que brillaban mojados con la lluvia, sin verlos realmente.
Finalmente, cuando tomó asiento en el avión y este despegó, las lágrimas surgieron. Hizo todo lo posible para que la persona que iba sentada a su lado no notara que estaba llorando y fingió escribir en su diario. Pero todo lo que hizo fue escribir sin siquiera pensar en lo que hacía y ensuciar las hojas con lágrimas.
Lo mismo sucedió durante los otros vuelos, hasta que finalmente aterrizó en Europa. En la parte delantera del avión, la puerta se abrió y los otros pasajeros levantaron los pies, avanzando hacia la salida. Adrianna cerró su diario y lo guardó en su cartera, luego se levantó y, cuadrando los hombros, siguió a los otros pasajeros fuera del avión. Iba a ser valiente.
El aeropuerto estaba abarrotado de gente a toda prisa y, a pesar de estar en París, logró tener la misma alma que amortigua la atmósfera como cualquier gran aeropuerto. La iluminación fluorescente zumbaba por encima y el olor del desinfectante estaba por todas partes.
En cuanto tomó un taxi fuera del aeropuerto, descubrió que no sabía dónde ir. Ni siquiera se había tomado el tiempo de reservar un hotel. Decidió, tras unos instantes, que aprovecharía aquella primera noche para visitar un lugar que siempre había soñado conocer.
–Vamos a la Torre Eiffel –le dijo al conductor.
Sabía por algunas averiguaciones que había hecho en internet que el lugar estaba abierto todos los días del año, aunque supuso que por el horario no debería de haber demasiada gente, lo cual para ella resultaba mejor. Tal vez allí arriba, con las estrellas sobre la cabeza y la inmensidad de Francia a sus pies, podría llorar tranquilamente.
Y tal como lo había pensado, al llegar, descubrió que el lugar estaba casi por completo vacío, a excepción por un par de turistas y los empleados del lugar.
Subió hasta el tercer nivel, a 275 metros sobre el suelo. Permaneció allí durante mucho rato, simplemente existiendo, con sus maletas arrojadas a un lado. Descubrió después de un tiempo, que los turistas que quedaban ya se habían marchado y el restaurante, aunque tenía las luces encendidas, parecía estar completamente vacío.
Decidió entonces buscar su diario en su cartera para escribir lo hermoso y tranquilo que era aquel sitio, cuando las palabras de la última página, manchadas con pequeñas gotas de agua salada llamaron su atención. Había escrito aquello durante el vuelo, sumida en alguna especie de neblina, no había reparado realmente en lo que decía, así que leyó las palabras con cierta curiosidad y atención.
27 de noviembre de 2021
Me han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy.
No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi.
Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho, traté de ver de lo que estaba hecha...
Y ahora que lo he descubierto, me asusta.
¿Es la oscuridad parte de mí? ¿Me he permitido convertirme en una persona que rompe todas las reglas prescritas?
Mis amigas dicen que puedo salvarme. Salvarme de él, de su oscuridad. Pero, ¿si no quiero ser salvada? ¿Y si en lugar de salvarme, lo quiero a mi lado?
No sé si es mi salvador, mi enemigo o la razón por la que he abrazado esta oscuridad, pero sí sé que no puedo vivir sin él. Puedo sentir su oscuridad alimentándose de mi y me asusta.
Hay algo dentro de mí que grita para ser liberado.
Adrianna dejó caer el diario al suelo y una lágrima salió de debajo de sus párpados y corrió lentamente por su mejilla, cuando, de pronto una familiar energía la rodeó. Todo en su interior se sacudió en un instante, deseoso de reconocimiento.
No. Era imposible.
Pero allí estaba él, rodeándola, acariciándola suavemente con delicadas ondas de energía.
Adrianna, oyó la voz y el familiar acento en su mente.
Alex, contestó de inmediato, ¿Qué haces aquí?
Alex se materializó frente a ella, a unos pocos metros de distancia. Fuerte, elegante y tan hermoso, una de las personas más hermosas que había visto. Llevaba una bella chaqueta negra y se sostenía como el aristócrata como el que había nacido. Adrianna no podía respirar. Temía que si se movía, aquello podría ser arrebatado lejos de ella.
Los labios de Alex se extendieron lentamente en una sonrisa.
Y entonces ella estaba en movimiento, moviéndose directamente hacia él, sus
botas de tacón alto sonaban en el suelo de hierro forjado.Él se acercaba también a ella, con la mirada fija en ella.
Casi chocaron al llegar el uno al otro y se fundieron en un beso desgarrador. Adrianna tuvo la sensación de que caía y se sostuvo de su cuello, disfrutando de su beso como jamás se había permitido antes. Los brazos de él se apretaron al rededor del cuerpo de ella con fuerza.
Se separaron durante unos segundos y se miraron a los ojos. Adrianna abrió la boca para decir algo, pero no había palabras dignas de expresar lo que sentía.
–Tampoco voy a pedir perdón –susurró finalmente–. Porque no lamento haberme enamorado de ti. Te amo, Alex.
Él la besó de nuevo, con tanto anhelo, que ella sintió que se deshacía en sus brazos.
–Te amo, pequeña bruja –dijo él, y Adrianna supo que estaba en casa.
Allí, entre sus brazos, era donde pertenecía, y lo había encontrado al fin.
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Saga Oscuros - El Lado Oscuro De La Luna
Novela JuvenilMe han dicho que soy una sobreviviente. Dura, hermosa y peculiar, pero la verdad es que la mayoría de las veces no sé quién soy. No sé cómo permití que la oscuridad creciera dentro de mi. Solo sé que en lugar de luchar, como debería haberlo hecho...