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Todo era silencio cuando entró en la habitación de aquel pequeño hostal, era cierto que era humilde, incluso tal vez demasiado, pero estaban sobreviviendo con el poco dinero que iba quedando tras intercambiar la mayoría de las monedas de oro. Se acercó a la cama viendo a Jennie moverse inquieta bajo las mantas, dejó las toallas y el plato con agua en el suelo para verla más de cerca, la luz de la vela apenas alumbraba, pero eso era mejor a nada.

Su frente estaba perlada en sudor, el pelo húmedo se pegaba a su piel y su aspecto era enfermizo, desde hace un tiempo era así. ¿Sería más que un simple resfriado? De pronto Jennie empezó a toser colocando las manos sobre su frente, con cada tos parecía perder más y más fuerza, sólo se calmó cuando Rosé dejó una mano sobre su pecho.

─ Va a mejorar, todo estará bien, lo sé. ─Había un instinto dentro de ella que le decía otra cosa, pero no quería ser negativa─. Colocaré las toallas mojadas en su cuerpo para bajar la temperatura.

─ Gracias, señora Rosé, muchas gracias. ─susurró la castaña quejumbrosamente, antes de que la inglesa sumergiera las toallas en el agua, las estrujara con fuerza y se las colocara sobre la frente, al lado del cuello y bajo las axilas─. Estaré mejor para mañana, seguiremos el camino. ─La rubia no dijo nada, besó la mejilla donde tenía la marca antigua de la quemadura y se dedicó a ordenar  alrededor─. Su silencio me inquieta. ¿Hay algo que desee compartir? ─Quería acomodarse, pero le dolía todo el cuerpo.

─ No señorita Lethood, nada, de verdad. Es mejor que no hable y gaste energía en ello, descanse.

Jennie estaba cansada y muy adolorida, pero no estaba lo suficientemente caída en la fiebre como para no permitirse pensar y abrir los ojos para observarla. Rosé mentía y eso lo sabía, su cambio de voz, su gesto en el rostro cuando ella mencionó seguir el camino, en poco tiempo había logrado conocerla lo suficiente como para leer los mensajes ocultos. No quería agitarla y ella menos quería hacerlo, simplemente cerró los ojos y dio un largo suspiro para concentrarse en el alivio que le brindaban las toallas húmedas y frías.

No supo cuándo ni cómo, pero de un momento a otro se había quedado dormida. ¿Cuánto tiempo había pasado? Dentro de su somnolencia abrió los ojos, todo estaba oscuro, estaba vestida, seca y siendo abrazada tras su espalda por la inglesa. Lo único de lo que podía tener memoria era de haber suspirado de alivio una vez más, sabiendo que su amada la estaba resguardando antes de sumergirse una vez más en la profundidad de los sueños.
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Instintivamente su nariz se movía con el nuevo aroma que entraba a la habitación, era algo parecido a pan caliente o alguna masa recién hecha. Se sentía tan cómoda, tan bien tapada que quería compartirlo con Jennie, sin embargo, cuando estiró el brazo, su lugar estaba vacío y frío, asustada abrió los ojos notando una sonrisa angelical extenderse en el rostro de Jennie. ¡Estaba parada con el desayuno entre sus manos! Una bandeja de madera con dos tazas de té, pan caliente con mermelada y unas galletas recién horneadas al parecer. La rubia se mordió los labios y se hizo hacia un lado para que ambas cupiesen. ¿Había algo más agradable que tomar desayuno juntas y dentro de una cama? La verdad es que sí, hacer el amor.

─ El señor quedó tan contento con la moneda de oro anoche, que no quiso cobrarnos el desayuno. ─La castaña le acercó la taza de té─. Beba, calentará su cuerpo y le dará energías para otro día.

─ ¿Se siente mejor? Su aspecto cambió tanto. ─Alzó la mano para tocarle la frente─. No tiene fiebre y no está tosiendo tampoco.

─ Sus cuidados y su cariño me hicieron sentir mejor, sólo que... ─se movió inquieta─ cuando desperté hace poco, usted hablaba entre sueños.

Between love & timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora