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Rosé tragó saliva y esquivó la vista porque no le gustaba la mirada del chico delante de ella, de hecho, no le gustaban sus ojos rasgados que parecían haber sido estirados con pinzas. De pronto sus palabras cobraron sentido, como si delante suyo le hubieran puesto un espejo y le hubieran revelado un secreto importante. Bruscamente alzó los ojos de nuevo, ¿qué había dicho? ¿Le había dicho Rosé? ¿Rosé Park? Parpadeó un par de veces, aunque quisiera hablar, la voz no salía de su garganta, los pies se le pegaron al suelo.

─ No puedo creerlo. ─El chico llevó una mano a su cabeza y con ella se presionaba la frente─. Soy yo, el chino del sur. ¿No recuerdas cuando bromeábamos con eso? Song Mino. Rosé, ¿de verdad no me recuerdas? ─La decepción se reflejó en su rostro, pero mucho más la angustia por no entender la actitud de ella─. Cielos, no entiendo nada, ¿qué pasa?

─ No sé de qué está hablando, no lo conozco. ¡Déjeme en paz! ─Rosé estaba dispuesta a irse, pero se vio frenada por el brazo protector que el turco le brindaba. Dejó que su rostro descansara en su cuerpo, él podría encargarse del resto.

─ ¿Estás acosando a esta muchacha? ─masculló Taeyang con enfado hacia el chico, era la primera vez que la rubia lo veía molesto.

A pesar de lo amenazante que podía sonar, el muchacho que cargaba en su mano una bebida no retrocedió, sólo miró varios segundos el rostro de Rosé para saber en qué se había equivocado o si era cierto lo que comentaban sobre el accidente.

─ Creo haberla confundido con otra persona, ella se ha asustado, eso es todo. ─Aceptó el vuelto de la cajera, pero antes de irse de la cafetería miró de nuevo a la mujer en los brazos de ese hombre. No podía estar tan mal de la cabeza, él no tenía alucinaciones ni veía cosas distorsionadas desde hace dos años, cuando decidió buscar ayuda para dejar las drogas─. Lo siento y hasta luego. ─Agachó la cabeza y salió de allí tan rápido como sus pies le dieron abasto.

Taeyang sentía a Rosé temblar entre sus brazos, de hecho, creía que no era necesario mirarla a la cara para saber que estaba llorando en silencio y que su rostro estaba empapado en lágrimas. Tenía la tentación de dejarla segura en la cafetería, correr hacia el pasillo, tomar a ese "chino" del cuello de la camisa y golpearlo para sonsacarle cada uno de los detalles del por qué la había hecho llorar.

Y mientras una joven rubia se calmaba en los brazos del turco para más tarde demostrar por qué merecía ser profesora de piano, Mino miraba su teléfono celular encima del escenario donde practicaba el violín con los demás. Con nostalgia miraba las fotografías de él y Rosé haciendo caras graciosas a la cámara, signos con los dedos, mejillas infladas y otras cosas en distintas ocasiones. ¿Cómo era posible que ella no lo recordara cuando se convirtieron en los mejores amigos? ¿Y si realmente dejó de contestar sus llamadas porque no quería verlo? Sin entenderlo volvió a marcar al teléfono que era de ella, pero esta vez alguien contestó.

─ ¿Con quién hablo? ─preguntó el chico.

─ ¿Song Mino? ─Esa voz la conocía con mucha alegría, pero ahora estaba apagada como una vela mojada con agua.

─ Soy yo señora Park, soy yo. ─Preocupado miró la pantalla, pero una vez más la llevó a su oreja─. He tratado de contactarme con Rosé desde que llegué de mis vacaciones en Corea a finales de julio.

La señora al otro lado de la linea tragó saliva y buscó las palabras adecuadas para comunicarle lo sucedido a quién fue un pilar fundamental para que su hija dejara los vicios.

─ Mino, hasta hace poco recibimos el teléfono de Rosé después de mandarlo al servicio técnico, por eso no pudimos contestarte todo este tiempo, mi hija no está bien querido, todos lo saben y lamento que alguien como tú se entere hasta ahora. ─Su voz se fue agudizando, lo que al coreano no le gustó para nada, empezó a sudar de inmediato con ello─. Ella está en coma, desde el 22 de julio no despierta después de haber sido atropellada por un borracho.

Between love & timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora