Capitulo 18

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Las noches en el desierto de Suna son silenciosas, un tipo de calma que puede tranquilizarte o volverse insoportable. Pero Konoha es diferente. Su silencio es el preludio de algo más oscuro, más inquietante. Así lo sentía Naruko Uzumaki, quien había aprendido a confiar en sus instintos desde que era apenas una niña.

 La emoción al saber que nuevamente el combate entre Boruto y Shikadai se daria esta vez sin herramientas mágicas de por medio atrajo a la multitud al estadio. El ambiente estaba cargado de emoción y expectación, pero un viento frío irrumpió de repente, estremeciendo las hojas de los árboles y electrizando el aire.

Naruko, que observaba desde las gradas junto a otros Kages, sintió el cambio al instante. Antes de que alguien pudiera reaccionar, una figura descendió del cielo en medio de la arena, como si hubiera surgido de un sueño oscuro. Su ataque fue directo y preciso, dirigido hacia Boruto, sin importar que el combate fuera entre niños.

Naruto, el Séptimo Hokage, reaccionó con la velocidad que lo caracterizaba. Se teletransportó para interponerse entre el atacante y su hijo, pero fue demasiado tarde. Una barrera oscura y compleja envolvió a Naruto antes de que pudiera liberarse, y un portal se abrió a su alrededor. En cuestión de segundos, las figuras que habían emergido arrastraron al Hokage hacia la nada.

Naruko sintió cómo el aire se volvía pesado y el mundo parecía detenerse. Su corazón latía con furia mientras veía desaparecer a su hermano.

—¡Secuestran al Séptimo! —gritó un jonin.

El caos estalló en el estadio. Los gritos del público resonaban, y los ninjas intentaban calmar la situación y cerrar las puertas. Pero para Naruko, todo lo demás se volvió ruido. Saltó desde su lugar con una mezcla de ira y desesperación.

—¡Tenemos que ir tras él! —rugió, dirigiéndose a los otros Kages con un brillo peligroso en sus ojos.

Su esposo, Gaara, trató de intervenir con una mano en su hombro.

—Tranquilízate, Naruko. No podemos perder la cabeza ahora.

—¡No me digas que me tranquilice Gaara, es mi hermano! —gritó ella, apartándolo con brusquedad. Su energía comenzaba a desbordarse, y un leve destello anaranjado apareció en sus ojos.

Isamu, su hijo, se adelantó desde las gradas, decidido a acompañarla.

—Voy con vos Ma —dijo con firmeza.

Naruko lo miró, con un dolor contenido en su rostro.

—No, Isamu. Esto va más allá de lo que puedes manejar. Quedarás bajo la custodia de Hinata hasta que llegue el equipo de apoyo.

Sin esperar respuesta, desapareció en un destello junto con Shikamaru y otros ninjas de élite.

Desde el instante en que vio a su madre partir, Isamu supo que quedarse quieto no era una opción. A pesar de las órdenes claras de Naruko de mantenerse al margen, un fuego ardía en su interior, un impulso incontrolable que lo llamaba a actuar. Sabía que era peligroso, pero también sabía que quedarse significaba abandonar a su familia y traicionar todo lo que le habían enseñado sus padres. La tensión en el aire era palpable cuando Boruto se acercó, todavía temblando por la escena que había presenciado.

愛  | GaaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora