Capítulo 9

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CAPÍTULO 9
TRATO HECHO

Brenda.

La semana se me hizo eterna. Milena iba a lo maníaca del control gestionando los preparativos de la boda más esperada del año. Periodistas y gente prestigiosa como lo era la mismísima reina de Inglaterra, iban a acudir al gran día. Su padre tenía una alta influencia mediática sobre los componentes de la realeza. El famoso empresario multimillonario que como no le era suficiente con eso, también trapicheaba con dinero sucio.

Igualito a su yerno.

Como cada mañana, el servicio depuraba y adornaba la mansión Kozlov. Una táctica para disfrazar a los villanos que allí vivían. Mientras tanto, Milena les recordaba lo mal que hacían su trabajo. Podía oírse a kilómetros.

¡Maldita inepta!

Sorprendentemente y después del bofetón que le soltó Viktor en las puertas de ese coche, habían decidido adelantar la boda. ¿La razón? Era toda una incógnita. La muy teatrera se la pasó encerrada en su habitación. No comió ni bebió nada durante los tres días allí. Haciéndose la mártir, para variar.

Aproveché la ausencia de Damon para colarme en el cuarto de invitados donde se hospedaba junto a su mujer. Sus hijos tenían una habitación a parte pero próxima a la de ellos. La última vez que vi a Damon estaba en el jardín con los niños jugando a los columpios y lanzándose por el tobogán.

Ni siquiera piqué a la puerta cuando entré. Solo fui en busca de respuestas, y para que mentirnos, también venganza. Me topé con Katya sentada frente al tocador. Cepillaba su cabellera dorada con un peine plateado y de apariencia antigua. Soltó el objeto desganada. Me escaneó a través del espejo y se alzó como diva. Llevaba una falda de tubo y una blusa rosada que hacía resaltar su exquisita genética. Los Kozlov eran únicos en su especie.

—¡Lárgate ahora mismo! —ordenó alzando su dedo y apuntando a la puerta.

—No, Katya. Vamos a hablar quieras o no. Hay muchas explicaciones que tienes que darme.

—¿Explicaciones? —reiteró en un chillido.

Cruzó sus brazos molesta.

—No te creí. Me confesaste que eras la esposa de mi amigo Damon y no te creí. —argumenté. —Ahí la cagué yo, lo acepto. Pero dime, ¿que hay de la llamada telefónica en la que me insultaste?

Di un paso hacia ella y la miré rencorosa.

—¡Te lo merecías! —vomitó.

—¡Ni si quiera me conocías, Katya! —y extendí mis brazos con gesto de evidencia. —Te dije que algún día nos veríamos cara a cara y me las pagarías.

Soltó una carcajada autodidacta.

—¿Es una amenaza? —indagó.

—Es un recordatorio. —maticé. —Quiero que confieses que tan mal te he echo para que me trataras de esas formas, Katya.

Sopló y meneó la cabeza.

—No puedo, Freya.

—¿Disculpa?—reproché.

—Es difícil para mí declarar algo así. —reconoció enfocando sus pupilas en el suelo.

¿Algo así? ¿A que se refería?

El sonido de la puerta abriéndose tras mi espalda, evitó que siguiera hablando. Me volteé y presencié una mirada canela enfocándome. Era Damon. Sus dos niños le acompañaban. Y me quedé muda.

Eché los mechones que me estorbaban tras mis orejas, nerviosa. Uno de los menores correteó torpe hacia mí y me rodeó los tobillos con sus brazos diminutos. Mi corazón se endulzó como golosina.

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora