Capítulo 26

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CAPÍTULO 26
DAME UNA OPORTUNIDAD.

Viktor.

Mis pasos acelerados solo podían dirigirse en una dirección. Tras ella y su huída. Iba a tener un bebé, sin embargo mi cabeza aún no lo absorbía. Los cálculos reconducían a esa noche borrosa.

—¡Freya! —grité a pulmón subiendo las escaleras principales a toda velocidad.

Ni siquiera miró atrás. Continuó avanzando hasta meterse en la habitación nupcial.

Yo la seguí.

Abrió los armarios empotrados para coger sus maletas de equipaje y las colocó sobre la cama matrimonial. No tardé en percatarme de sus lágrimas cuando la tuve de frente mientras iba insertando sus prendas en el objeto rectangular.

—¿Que demonios haces? —inquirí.

Ni si quiera me miró.

—¡Voy a irme! —arrastró su muñeca por sus facciones para borrar las gotas. —¡Se acabó este juego macabro, solo quieres reírte de mí! —sus palabras penetraron mi alma como veneno.

Di un paso hacia delante.

—No te lo voy a permitir. —me negué.

Freya meneó su cabeza.

—¿A caso crees que te estoy pidiendo algún tipo de consentimiento? —rebatió firme enderezando su dedo hacia mí. —No pienses ni por un segundo que voy a soportar más tiempo este circo de pacotilla.

Sus esferas impotentes analizaron mi silueta con rencor, y entonces supe que la cosa iba en serio.

—¿Ni si quiera vas a dejar que me explique?

Un nudo atoró mi garganta.

—No quiero escuchar los detalles de como te la follabas, Viktor. —escupió con cierto rencor.

—¡Solo pasó una vez después de meses! —le di un puñetazo a la pared rodeado en frustración . —¡Y ni siquiera me acuerdo de esa maldita noche!

Freya meneó su cabeza sin creerse nada.

—¿Ahora vendrás con el cuento de culpar al alcohol por tus actos de mierda? —recriminó.

—Mira, —encarrilé mi espina dorsal. —solo te diré que llevo desde los dieciséis tragando y jamás he olvidado un solo detalle. —sacudí mi cabello con nerviosismo. —No se que ocurrió, pero está claro que hay cosas que no cuadran. —rodeé el borde de la cama hasta plantarme frente a ella cogiendo su rostro descompuesto para impregnar hitamente mis pupilas en las suyas. —Amor, quédate. Te prometo que averiguaré qué pasó ese día.

Sus hombros se destensaron y suspiró.

—¿No ves que lo nuestro es inviable? —argumentó con sus labios temblorosos. —Somos la toxicidad en persona y como sigamos así terminaremos matándonos en el intento, Viktor.

—¡Me da exactamente igual! —gruñí comprimiendo mis puños aún conociendo la realidad. —¡No pienso permitir que nada ni nadie nos separe!

Me sentí encanillado por un sinfín de emociones contradictorias. Probablemente ser padre iba a desenmascarar mi versión más humana. Sin embargo, eso era lo que dañó a la mujer que realmente me importaba. Mi dama.

—Son tus actos lo que nos separa. —atacó. —¿Dos mujeres solo para ti y ahora encima con un bebé en camino? —lágrimas pronunciándose en sus mejillas delicadas. —¿Y yo quien seré? ¿La niñera?

Freya se dejó caer al borde del colchón. Su llanto penetró en mi ser cuando tapizó su rostro con sus manos dejándose engatusar por el dolor.

—¡No digas tonterías! —rebatí arrodillándome frente a ella obligándola a liberar su cara. —Por favor, quédate y dame la oportunidad de resolver este entuerto. Solo una y haré que confíes en mí.

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora