Capítulo 13

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CAPÍTULO 13
UN REENCUENTRO PELIGROSO

Brenda.

—Cualquier urgencia que tenga pulse el botón rojo que hay en el interior. —advirtió la chica joven uniformada de blanco y sonrisa dulce.

Moví la cabeza confirmando. Después el tubo metálico succionó mi cuerpo atado a pies y manos hacia dentro. Las reglas eran no hacer movimientos bruscos y controlar mi respiración. El trabajo de los médicos consistía en hacerme una resonancia y averiguar si existían lesiones internas.

Informé de mi mejoría en los últimos días, pero Viktor insistió. Y bueno, aquí estoy.

Los minutos se me hicieron eternos. Solo pensaba en aquella nota sospechosa. Alguien quería hacerse con nuestras cabezas. Y no voy a ocultar mis miedos. La realidad era que me inquietaba el pensar que alguien iba un paso más allá.

Al finalizar la dichosa prueba, entré en los vestidores para deshacerme del batín azul y ponerme de nuevo mi ropa. Luego caminé hasta la consulta donde el doctor y Viktor esperaban.

—Los resultados han salido favorables, señor Kozlov. Por lo que no hay razones de las que preocuparse. —informó el doctor sentado tras su escritorio pulcro y organizado. —Igualmente le he recetado una medicación antiinflamatoria.

¿Porque narices se dirige a él? ¿Está gente no entiende que la paciente aquí soy yo?

—Gracias por su atención. —habló Viktor poniéndose en pie y estrechando su mano con la del experto. —estamos en contacto.

—Para lo que necesite, señor.

Escaneé con cara de asco a ese hombre uniformado y de unos cincuenta años de edad. Solo hacía que regalarle los oídos a cambio de dinero sucio.

¡Menudo imbécil!

Taipán acaparó mi mano y nos arrastró hacia la salida de la clínica. Una puerta giratoria nos expulsó a las frígidas calles de Moscú. No pude evitar tiritar. Nunca me acostumbraría a este frío.

—¿Tienes hambre? —indagó el mafioso.

No tenía pruebas ni tampoco dudas. Mi barriga rugía a lo león desde hacía un buen rato.

—Un poco... —respondí minimizando.

—Te llevaré a comer antes de que cojamos el vuelo a Venecia. —afirmó sin soltar mi mano.

Un remolino en mi estomago se creó cuando Viktor pronunció el nombre de la ciudad. Mañana era el gran día para ellos. La boda más esperada del año iba a celebrarse. Milena y el heredero Kozlov concederán matrimonio por todo lo alto.

Si por mi fuera, me escondería en un agujero negro y no saldría hasta que terminara la ceremonia.

Mi subconsciente tan en otro mundo que cuando pude reaccionar, ya teníamos la comida servida en uno de los restaurantes más famosos de la capital.

Me deleité al ver en mis narices un carpaccio de tomate fresco y mozzarella tallado al milímetro, caviar francés con tostadas y filete flameado. Los tres platos para compartir. El sorbo de vino blanco me sentó de maravilla. Tanto, que me resucitó.

—¿Está bueno? —cuestionó Viktor observándome con sus círculos azules y atrevidos.

Asentí con la cabeza saboreando el trozo de carne.

—¿A qué hora parte el avión a Italia? —solicité información.

—Seis de la tarde.

—¿Cuantos días estaremos allí?

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora