Capítulo 29

8.1K 741 121
                                    

CAPÍTULO 29
MI YO MÁS REAL

Brenda.

Solamente dos opciones, confesarle la verdad o escupir una mentira de las mías para alargar esta farsa. Algo que aprendí en este tiempo, es que el camino fácil jamás era el correcto. Sin embargo, muy pocos tienen las agallas suficientes para enfrentarse a la sinceridad más inequívoca.

El vehículo trotando por las calles de Moscú en dirección a la propiedad. Mis pobres muñecas heridas por las esposas que aún llevaba.

—¡Quítame esta cosa, Viktor! —solicité meneando mi cuerpo en el asiendo del copiloto viendo cómo él enfocaba sus círculos enfurecidos en la carretera, ignorándome. —¡Me escuece! —lloriqueé.

Sus fosas nasales tan grandes como túneles, hasta parecía expulsar humo cual volcán en erupción.

—¡Te jodes! —gruñó en tono áspero. —¡Estoy harto de tus incógnitas y secretos! —añadió. —Hoy me he levantado compasivo y por eso te estoy dando la oportunidad para contármelo todo, —cogió aire furioso. —Y luego veré que hago contigo.

Tragué saliva con dificultad.

Mis articulaciones igual de tensas que las cuerdas de un violín cuando Kozlov pisó el acelerador y la velocidad dictó sentencia entre nosotros.

¿Nos matará a los dos o iba de farol?

Estreché mis párpados para no ver nada.

Solo derrapes. No hubo accidente, ni tampoco muertes. Aparcó el vehículo y lo rodeó mientras reubicaba el nudo de su corbata gris, agobiado.

Después abrió la puerta del copiloto para aupar mi cuerpo como saco de patatas.

Viktor anduvo decidido hasta el portal.

Nos sumergimos en la gran propiedad Kozlov, lo predije por el ambientador de vainilla. Todo en nuestro alcance de un valor incalculable.

—¡Suéltame ahora mismo, neurótico! —pataleé y grité para que me soltara de ahí arriba.

Pero el muy imbécil azotó mis nalgas para que me quedara quieta y no armara escándalos.

—¡Cierra el pico, niñata consentida! —lo ordenó con tal seriedad, que quedé muda al instante.

Acaté sin rechistar.

Fue inevitable no ponerme en situación. Por mucho que costara asumirlo, la realidad ya era un hecho.

Cogí aire sosegando mis temores.

Este hombre, el mismo por el que sentía puñeteras mariposas iba a ejecutarme a sangre fría. No sabía el método que emplearía ni tampoco el arma, pero lo que sí sabía es que iba a hacerlo sin pestañear.

¿Que será de mamá? ¿La asesinará también?

¡Maldita sea!

Mi esqueleto del revés y el suelo moviéndose a cada paso que Viktor guiaba rumbo a las mazmorras del hogar mientras que yo, sintiendo un vacío terrible al imaginar a los villanos tomándose la justicia por su propia mano, haciéndole daño a mi madre.

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora