Capítulo 30

10.7K 877 203
                                    

CAPÍTULO 30
CINCUENTA VECES MÁS

Katya.

Mi mente aún estaba navegando en las aguas cristalinas del mar mediterráneo. Me hubiese quedado a vivir allí el resto de mi vida dejando a espaldas tanta muerte y desgracia familiar.

—Está ocurriendo algo malo, Damon. —aseguré un tanto disgustada. —Tú amiga lleva tres días sin aparecer y eso huele a chamusquina.

Mi esposo cogió en brazos a nuestro hijo menor Aiden porque no paraba de lloriquear en busca de una dosis de mimos paternales. El mayor, Zeus se encontraba mal de la barriga así que en cama.

—Tienes razón, cariño. —opinó. —Las cosas se están poniendo muy pero que muy feas. —meneó su cabeza con cara de preocupación. —Ayer mismo hayamos a Hugo González muerto en su habitación y ahora Bren desaparece. —puntualizó mientras él caminaba por el salón zarandeando sutilmente al pequeño entre sus brazos. —Aunque los médicos crean que se trata de un suicidio porque estaba colgado del cuello por una cuerda, hay alguien detrás del homicidio.

Froté mis rasgos, agobiada.

—Se supone que Hugo era el protector de Brenda, así que quizá quien le haya matado sea el mismo que os amenaza por notas, ¿no crees? —sugerí.

—Tendremos un gran conflicto con España tras el asesinato del príncipe, —aseguró. —Iré a visitar a la madre de Brenda sin que me descubran por si tiene noticias, —ideé. —Y tú deberías ir a hablar con tu hermano para explicarle bien lo de Milena.

Suspiré con nerviosismo.

—Quizá me equivocara al pensar que Viktor es como mi padre. —objeté melancólica. —Ahora estoy casi convencida de que si mi hermano lo hubiese sabido, se habría vengado.—concluí prensando mi dentadura.

Fue inevitable visualizar mentalmente las turbias escenas de cuando el amigo de padre abusaba sexualmente de mí. Ojalá pudiera olvidar todo aquello, pero solo quedaba pasar página.

—Respira, mi amor. —apaciguó Damon colocando un mechón de cabello tras mi oreja. —Eres la mujer más fuerte que conozco y Viktor te apoyará en esto.

Asentí con la cabeza, al borde del llanto.

Brenda.

Deseché por la boca el poco alimento que quedaba en mi estómago. Era la segunda vez que vomitaba desde que me clausuraron aquí. Las náuseas incrementando y la podredumbre multiplicándose.

—¡Viktor Kozlov!—aullé capturando las rejas de hierro con mis zarpas. —¡Sácame de aquí! —exigí.

Sacudí mi organismo dando patadas contra la verja para llamar la atención de alguien. Pero las paredes eran demasiado gruesas para que consiguieran darse cuenta de mis suplicas.

¡Menuda porquería!

La doncella me servía una toma de comida al día y renovaba el botellín de agua que tenía para que estuviera hidratada. Aún así, seguía débil.

Dejé caer mi corporación hasta quedar sentada en el suelo frío. Analicé el agujero que daba al exterior viendo como la luz solar se apagaba dando paso a la sombría noche. Decidí tumbarme y contar los puntos esparcidos en el firmamento para lograr sosegar mi ansiedad cuando de repente, unas pisadas estables se posicionaron justo en la entrada del lugar.

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora