Capítulo 31

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CAPÍTULO 31
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Brenda.

Observé hacia abajo cuando una niebla blanquecina y densa rodeó en forma de círculo mis zapatos.

Plantada en el lugar donde reinaba el silencio más intimidatorio, un pasadizo sin límite en el horizonte que plagiaba al océano. Lúgubre como el mismísimo bosque a la hora que acecha la noche.

Completamente sola y sin directrices.

Mis pasos adentrándose en la oscuridad venciendo al temor. Escaneé cada rincón esperanzada en ubicar alguna pista que me condujera a la salida cuando de repente, una silueta encapuchada y alta como gigante apareció corriendo veloz hacia mi posición.

Quise defenderme, sin embargo mis piernas petrificadas como estatuas. Las zarpas de ese individuo cazaron mi garganta y apretó.

Repitió el acto con más intensidad.

Grité con todas las fuerzas que puede reunir, pero no salió ni un pizca de mi voz. Y entonces, solo pude llorar cual niña dejándose llevar por la impotencia.

Había llegado el final.

Ya al borde del desmayo por la falta de aliento, la voz familiar de mamá gritando mi nombre hizo que abriera los párpados alarmada por su bien estar.

Y entonces entendí, que fue una pesadilla.

La imagen de mi alrededor demasiado borrosa como para lograr identificar nada. Tampoco ayudaba la radiación solar que atravesaba el gran ventanal dañando mis luceros frágiles y escocidos.

—¿Mamá? —susurré con la voz quebrantada viendo la silueta de mi creadora. —¿Dónde estoy? —indagué palpando un ardor insoportable en la tranquea.

Ella solo centrándose en socorrerme entre sus brazos acolchados. Sus lágrimas húmedas colisionaron en mi moflete derecho debido a su acción fraternal.

Vibraba como animal indefenso.

—Te quiero, mi niña. —repitió una y otra vez. —Me moriría si te ocurriera algo malo. —juró.

Besé su frente ligeramente arrugada tal y como hacía ella cuando era pequeña.

—Tranquilízate mamá, estoy bien. —sosegué.

—Doy gracias a Dios de que Viktor te encontrara a tiempo. —agradeció reincorporándose para coger el pañuelo que guardaba en su bolso.

Se secó las lágrimas con el dando ligeros golpecitos en sus párpados empapados.

—¿Dónde estoy? —imité la pregunta ya que no me la había respondido. —¿Cuánto tiempo llevo así?

Enderecé mi torso como buenamente pude ya que el dolor era bastante insoportable. Mamá se aproximó para ajustar la almohada en mi lumbago.

Suspiré aliviada.

—En el hospital de los Kozlov, cariño. —arqueó una sonrisa tierna. —así que no debes preocuparte por nada porque te están atendiendo como si fueras un miembro de la familia. —informó. —Llevas cuatro días inconsciente y temíamos por tu vida, pero por suerte los médicos que ejercen aquí son de lo mejor.

Ella tan ingenua como de costumbre.

Resultó irónico escuchar que la persona que me sacó de ahí fuese exactamente la misma que me metió.

—¿Y Viktor? —quise saber.

Mamá abrió sus ojos pareciendo haber visto a uno de esos espectros que salen en películas de miedo.

TAIPÁN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora