"Omegacember: KNB version."

Día 4: Cuello | "TakaMido."

Si de algo estaba orgulloso Kazunari era el de ser un buen alfa, uno fuera de lo acostumbrado pero un buen alfa al final.

En su hogar estaba involucrado en los quehaceres domésticos, si su madre se lo pedía, él siempre lo hacía. Su padre omega estaba orgulloso de ello pero lo estaba aún más cuando lo veía ayudar a su hermana menor con los deberes escolares.

—Tu omega te amará hijo. — ambos le decían desde que recordaba.

Fuera, nunca se creyó "la última bebida del desierto" cómo la mayoría de los alfas hacían. Saludaba a todos por igual y ayudaba a quien creía lo necesitaba.

Si, Takao era un alfa contento con la vida, bajito para casta pero con sus virtudes lo compensaba. Por eso mismo no se sorprendió al enamorarse de la persona más contraria a él, que haya conocido nunca.

Midorima Shintarou, un omega larguirucho que también era parte del equipo de baloncesto y miraba a todo el mundo con obviedad, bueno excepto a Takao. A él lo miraba con fastidio y a pesar de ello, el alfa nunca se resintió, al contrario aquello sólo lo incitó más a conocerle.

.

Año y medio después, se encontraba siendo parte de la reserva de Vorpal Swords, observando al mismo omega serio que gustaba de hacerlo pedalear la carreta en búsqueda de las cosas más extravagantes sólo para cumplir con los designios de Oha-Asa, jugar con otros que no era él o su equipo escolar.

Bueno, lo entendía aunque eso no evitaba que se pusiera celoso. Acarició la pulsera tejida en su muñeca para distraerse con el que fue, el primer lucky ítem que el peliverde consiguió para él, sonrió con cariño hasta que los gritos llenaron el deportivo, sacándolo de sus recuerdos.

Habían ganado.

—¡Shin-chan! — llamó al no esperar que el omega se le fuese encima, en busca de un abrazo. Acarició sus cabellos mientras lo dejaba esconderse en su cuello. —Vas a quedar adolorido. — se burló por su muy notaria diferencia de altura, intentando darle una oportunidad de recomponerse pero el omega tenía otra idea en mente.

—Cállate Bakao. — lo escucho quejarse pero sin alejarse de su improvisado refugio.

Kazunari se lo concedió pues ya que había encontrado la parte que le faltaba a su corazón, no sería un alfa maleducado ahora.