Polillas.

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Y muerte, quizás vengas a mí con las manos partidas,

los sueños heridos y las noches perdidas.

Y muerte, amiga mía,

Déjame contarte un cuento,

de un niño con polillas habitando en su cerebro,

un niño, que, atormentado, buscaba el sueño eterno;

Y muerte, él te quería.

Te ansiaba con locura,

porque él bien sabía,

que tus manos, huesudas y sombrías,

desintegrarían sus polillas,

y muerte, querida amante de los desquiciados,

él y yo te amábamos.

Y yo te estoy odiando,

porque amada mía,

al niño de las polillas ya lo has matado.

Porque amada mía,

el niño de las polillas es mi yo pasado.

Mataste a los insectos,

¿Pero de mí que ha quedado?,

una carcasa inerte

con la que serpientes han jugado,

¡Ay, amada mía!, ¡Bien podrías haberme matado entero!,

¡Ay, amada mía!, ¡Me estoy descomponiendo!

En Llamas azules,

que calcinen las polillas

con las que tú me zurres.


' Él estaba sin palabras, y, a su lado, Ciervo sonreía:

— Ye te lo dije Principito, nunca verás nada más hermoso que este bosque. — Etzar sonrió en respuesta, aún sin apartar la vista del horizonte, donde los Árboles se alzaban orgullosos y los animales se movían libres de ataduras, donde el agua fluía, brillante, cristalina.  Y ya no quiso volver a su vida de antes, y cuando sus ojos se cruzaron con los de Ciervo su corazón dio un vuelco.

'Yo no necesito un jodido castillo.' Se dijo.
'Ya estoy en casa'

— Ciervo y Etzar. —


El Alma de las palabras. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora