La hora.

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(TW: 4ut0l3si0n)

Las manecillas del reloj me saludaban con aquel pesado traqueteo, cada segundo es un paso hacia el momento,  el momento en el que te fuiste para siempre.  Miro mi cuerpo, aún maltrecho, repleto de los moratones que una vez dejaste, también marcado con tus besos, con tus uñas y tu ira. Y te extraño, y, cuántos más segundos pasan, más quiero que me beses, más lejos te encuentras.  Más miedo me das, más vicio me provocas. Más ganas tengo de que me ahogues entre tus brazos, de que termines con mi vida como una vez me juraste que harías.

Y respiro, con mi mirada examinando, perdida, las grietas del techo, que se cae en trozos sobre mi cama como una vez mi alma hizo al caer en tu trampa, y deseo volver a verte, de nuevo, decirte que fue mi culpa, decirte que te necesito, pero sé que no es cierto,  lo sé, o al menos me convenzo.

Y el reloj vuelve a saludarme, un último segundo.

Y entonces,  llegó la hora, y con ella el año. El año desde que yo dejé de ser nosotros, y cubrí tus golpes con los besos de mis propios labios, y, susurrando palabras de consuelo, abracé mis piernas y me dije:

"Es hora de quererte. De olvidarlo."

Y entonces,  mis brazos soltaron el peso de sus golpes, cayendo a los lados de mi cuerpo y los miré con pánico, y ahí tu estabas, clavado en mis brazos,  entre mis uñas, en el pelo que me había arrancado desperdigado por el suelo. Y te miré con ira, y, cuando te limpié, luché,  y nunca más volviste.

Alcé mi mano y la besé suave, aún mirando el techo .

— Prometo no volver a hacerte daño.— Me dije, sollozando.









'Su vida era monocromática, una estrella blanca en medio del oscuro cielo, y Marvin, una intensa gigante roja, llenaba toda su vida con nuevas gamas de colores. Da igual que estos fuesen apagados, casi fríos. Eran colores, que juntos hacían brillar como luciérnagas.

— Estrellas en llamas. —'

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