Los cuervos sobrevolaban el cielo aquella tarde de invierno, y yo, frente a tu tumba; me dispuse a ir con ellos.
'— ¿Cómo que odias tu cicatriz?. — Dijo, con su mano derecha sobre mi
mejilla, acariciando mi
cicatriz con su pulgar
suavemente. —
Es preciosa.— Dellin a Teira. —'
