Me (falta s)al

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Se quejaron los vecinos

de todas nuestras discusiones.

Que en realidad nunca acabaron mal

a pesar de que siempre empezaban

de la peor forma imaginable.


Ellos odiaban nuestros gritos de guerra,

fuese cual fuese el motivo de la batalla.

Y también las risas,

las que no nos aguantabamos

cuando alzábamos la bandera blanca,

y te suplicaba paz,

y te pedía una noche de reconciliación.

Y ahora no los oigo quejarse.


Ahora que esto retumba más

que tu último golpe en la puerta,

y mi último suspiro,

que resuena en cada rincón.

El maldito silencio,

detrás de tu marcha.


El silencio que marca

el final más sincero,

el de verdad,

porque después de él

ya no existe nada.


O bueno,

tal vez exista esa posibilidad

de intentar encontrarte en

cualquier otra persona,

pero ambos sabemos

que no funcionaría.

Y todo eso ya no me interesa.


Joder,

¿Por qué no llaman

quejándose a la policía?

¿Por qué no bajan a verme

insistiendo en qué molestamos?


Si no aparecen

o se acaban yendo como tú,

y nadie vuelve a picarme a la puerta,

¿A quién voy a contarle cuánto

te echo de menos?

Quererte en el desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora