ANTIGUA

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Los dos barcos de la Flota del Hierro se separaron una vez llegaron a la desembocadura del Aguamiel. El barco capitaneado por Yara Greyjoy continuó viajando hacia el norte, en dirección a las Islas del Hierro, mientras que el barco comandado por Yvett se introdujo en el Canal de los Susurros dirigiéndose hacia Antigua.

El trayecto transcurrió con normalidad. Normalmente, esas aguas solían estar vigiladas por la flota de la Casa Redwyne, pero no encontraron ni uno solo de esos barcos en su camino. Los únicos barcos con los que se toparon estaban completamente vacíos e iban a la deriva, algo que no auguraba nada bueno.

Los temores se hicieron realidad una vez llegaron a la inmensa y majestuosa ciudad que se erigía a ambas orillas del río. Una ciudad que siempre estaba concurrida y de cuyo puerto no paraban de entrar y salir barcos. Sin embargo, en aquellos momentos la ciudad daba una imagen muy distinta, más bien, fantasmal. Las calles estaban completamente vacías, al igual que el puerto, donde los barcos estaban completamente abandonados, unos todavía amarrados al malecón y otros a la deriva, siguiendo el camino de los barcos con los que se habían topado antes. 

Además, el día estaba muy oscuro. El cielo estaba completamente nublado y, de vez en cuando, un relámpago iluminaba toda la zona. Aún no llovía, pero daba la impresión de que iba a ponerse a llover con fuerza en cualquier momento. Por si aquello fuera poco, cada vez hacía más viento, por lo que no había duda de que se aproximaba una tormenta y, si esta era demasiado fuerte, podrían quedar allí atrapados.

– Esto no me gusta nada –dijo Yvett muy seria mientras miraba a la ciudad desde la proa del barco –. Lo mejor será no permanecer aquí mucho tiempo. Hagamos lo que hemos venido a hacer y larguémonos de aquí lo antes posible.

Antes de dirigirse a Isla Batalla, dejaron a Jon y a Sam en el puerto junto a cinco guerreros para que los escoltaran. A ninguno de ellos, todos fieles a Daenerys Targaryen, le hacía ninguna gracia tener que proteger al hombre que fue su asesino, pero tenían órdenes de la mismísima reina e iban a cumplirlas a rajatabla. Aún así, Jon no se libró de las miradas inquisitorias que le habían estado acompañando durante todo el viaje, donde tan solo Sam, Davos e Yvett eran los únicos que le dirigía la palabra. Aunque, en el caso de Yvett, solamente hablaba con él para discutir aspecto de la misión, luego se mantenía tan fría y distante como los demás.

Antes de dirigirse hacia la Ciudadela, caminaron por las empedradas calles de la ciudad. Antigua era una ciudad muy concurrida, incluso por las noches se podía ver a gente por las calles. Sin embargo, en aquellos momentos parecía una ciudad fantasma. No se veía ni un alma por ningún sitio, incluso registraron algunas casas cuyas puertas estaban abiertas y estas estabas completamente vacías. 

– Esto no me gusta nada, Jon –dijo Sam aterrado –. Es cómo en Yeen, todos han desaparecido sin dejar rastro.

Jon desenfundó a Garra y los demás le imitaron.

– Vamos a la Ciudadela –dijo Jon disimulando su miedo –. Lo mejor es que terminemos cuanto antes lo que hemos venido a hacer y largarnos lo antes posible.

Y comenzaron a correr en dirección a la Ciudadela.

***

Al desembarcar en Isla Batalla, Yvett ordenó a la mayoría de guerreros que les acompañaban que bajaran junto a Davos a los túneles. Con excepción de dos Hijos del Dragón, los cuales la escoltarían a ella.

– No os demoréis mucho ahí abajo. Si no encontráis nada, subid rápidamente. No podemos estar aquí mucho tiempo –comenzó a mirar en derredor. Aquellas aguas, cada vez más revueltas, y aquella inmensa ciudad muerta le daban muy mala espina.

DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓNWhere stories live. Discover now