ROCADRAGÓN

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Como la primera vez que llegó, Daenerys se encontró el hogar de sus antepasados completamente vacío. Esta vez, no desembarcó en él. Temiendo que hubiera tropas enemigas escondidas y lanzaran un ataque sorpresa, montó a Drogon e hizo un recorrido de exploración en compañía de los otros dragones.

Una vez comprobó que la isla estaba completamente desierta, decidió desmontar y esperar allí a sus tropas. Desde lo alto de un acantilado veía como sus barcos se acercaban. Unos ruidos a sus espaldas llamaron su atención. Se giró y sonrió al ver a los dragones jóvenes jugando mientras Drogon los observaba devorando una cría de Leviatán que había capturado poco antes.

Ver aquello le hizo tener una idea. Uno de sus grandes temores era que hacer con sus dragones una vez conquistase los Siete Reinos. Los dragones no eran fáciles de controlar, pero tampoco estaban hechos para estar encerrados o encadenados. Ya lo comprobó en Meereen cuando encadenó a dos de sus hijos, algo de lo que todavía se seguía arrepintiendo. Si Tyrion no los hubiera liberado, es más que probable que hubieran tenido un destino similar a los dragones de Pozo Dragón. No quería volver a hacer algo así, los dragones deberían vivir libres. Sin embargo, tenían que estar alejados de la población, ya que de lo contrario, alguien inocente podría morir, como ya ocurrió en Meereen.

Esa isla, que en el pasado fue el hogar de sus ancestros, era la solución. Hacía tiempo que había quedado deshabitada y allí había caza y pesca suficiente para que los dragones pudieran subsistir. Ojalá sus antepasados hubieran tenido esa idea. Quizá los dragones no se hubieran extinguido y el destino de la Casa Targaryen hubiera sido muy diferente.

Aunque, de momento, esa isla iba a llenarse de gente.

***

Una vez llegó la flota, el ejército desembarcó y todos se pusieron manos a la obra para estar preparados ante cualquier posible ataque, viniese de donde viniese. Daenerys no creía que se atrevieran a atacarla en la isla, pero no quería correr riesgos. Si trataban de sorprenderla otra vez, estaría preparada.

Una vez estuvo todo listo, reunió al Consejo Privado en el castillo, todos sentados alrededor de la Mesa Pintada.

– Así que este es el hogar de tus ancestros –dijo Daario mirando en todas direcciones.

– Lo fue –respondió Daenerys –. Mi familia se estableció aquí cuando huyó de Valyria al predecir el gran desastre. Vivieron en esta isla durante cien años a la sombra de los reinos de Poniente hasta que Aegon Targaryen decidió conquistarlos –pasó una mano sobre la mesa con forma del mapa de Poniente –. Él hizo que construyeran esta mesa antes de iniciar la campaña.

– Y ahora, mi reina –dijo Kinvara –, estáis en el mismo lugar donde estuvo él cuando decidió conquistar los Siete Reinos, dispuesta a reconstruir su legado.

Daenerys sonrió, pero volvió a ponerse seria al instante.

– No quedará nada de su legado si no logramos detener esa amenaza que viene del oeste.

Todos los presentes se miraron con preocupación. Todos tenían en mente lo que la suma sacerdotisa les mostró en las llamas estando en Meereen.

– ¿Qué vamos a hacer contra esas cosas? –preguntó Yara.

– Deberíamos marchar con la flota al oeste y combatirlos antes de que lleguen –dijo Gendry –. Si los otros reinos ven a lo que nos enfrentamos, seguro que se unen a nosotros.

Daenerys se apresuró a negar con la cabeza.

– Bran se las arreglará para evitarlo. Os recuerdo que está aliado con ellos.

– Además –intervino Kinvara –, los otros reinos no están para presentar batalla. Ahora mismo están sumidos en el caos. Bran lo ha provocado para que estén más débiles cuando ellos lleguen.

– Por suerte, nuestros reinos se mantienen estables –dijo Arianne.

– Pero, aún así, corren peligro –le dijo Daenerys –. Ordena a todos los señores dornienses que cada castillo, fortaleza o ciudad fortificada debe prepararse para un asedio y que reúnan en su interior a tanta gente como puedan –miró a Yara y a Gendry –. Vosotros haced lo mismo en vuestros respectivos reinos. 

– ¿Qué ocurrirá con la gente que no pueda refugiarse tras los muros? –preguntó Gendry preocupado.

– Ya he pensado en eso. Enviad mensajeros a toda ciudad o aldea y alerten a la población. Los que tengan refugios que se escondan en ellos y no salgan hasta nueva orden. Los que no tengan donde esconderse que se trasladen a los puertos más cercanos para que sean evacuados –miró a Yara –. Ahí entras tú. Quiero que recorras con la Flota del Hierro todos los puertos de las Tierras de la Tormenta, Dorne y las Islas del Hierro y recojas a toda la gente que puedas y las taigas aquí. No hay problema ¿no?

– Podemos hacerlo, pero nos arriesgamos a sufrir otro ataque sorpresa –respondió la hija del hierro.

Daenerys sonrió.

– Tranquila, yo os acompañaré con Drogon. Desde el aire, podremos ver si se os acerca alguna flota enemiga.

– Una cosa más antes de que enviéis las órdenes –intervino Kinvara –. Decidle a todo señor al frente de algún castillo, fortaleza o ciudad fortificada que todos los pozos deben ser sellados.

Los tres arquearon las cejas casi al mismo tiempo.

– ¡Sellar los pozos! –dijo Gendry escandalizado –. Es una locura. Necesitarán agua para aguantar los asedios.

– Si no cumplen esta orden, morirán todos; y no será de sed –continuo a Suma Sacerdotisa.

– Decidles que saquen toda el agua que puedan antes de sellarlos –intervino Daenerys –. Además, si tienen túneles secretos que dan al mar, o a algún río o lago, que los sellen también o los tengan bien vigilados.

Los tres volvieron a asentir.

– ¿Y los demás que hacemos? –preguntó Yvett.

– El resto os encargaréis de tener la isla preparada por si a las fuerzas de Bran le da por atacarnos. No creo que lo hagan, pero no quiero tentar a la suerte.

Se puso en píe y miró a todos los presentes.

– Bien, pongámonos en marcha cuanto antes. Tenemos mucho que hacer. 

Dio la sesión por finalizada y todo el mundo regresó a sus respectivas ocupaciones.


DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓNWhere stories live. Discover now