DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓN

CABO DE ÁGUILAS

A la gente de las Tierras de los Ríos no solía gustarle acercarse mucho a esas costas por su proximidad con las Islas del Hierro. Sin embargo, en esos días, los Hijos del Hierro ya no les parecían tan peligrosos y las islas eran uno de los lugares a los que los que querían huir para escapar de unas tierras que se habían convertido en un infierno.

Un grupo de gente recorría la costa de puerto en puerto en buca de barcos que los pudieran sacar de allí y llevarlos a las islas; o, si era posible, a Dorne o al Reino de la Tormenta. En su mayoría eran ancianos, mujeres y niños. Estaban exhaustos, hambrientos y transportaban lo poco que habían podido salvar de sus hogares, ahora destruídos.

Eran los supervivientes de una aldea del Tridente que había sido arrasada por completo. Se les acusaba de dar cobijo a seguidores del Señor de la Luz. Ellos lo negaron y en la aldea no se encontró a nadie tras ser registrada. Pero si encontraron rastro de que una familia de allí era adoradora de esa religión. Ellos lo desconocían y hacía semanas que aquella familia se había largado de la aldea, pero para el Inquisidor que diría la milicia, aquello fue suficiente para sentenciarlos.

Dado que los soldados de las distintas casas estaban siendo enviados a Desembarco del Rey, las persecuciones a los seguidores del Señor de la Luz las estaban haciendo milicias formadas, en su mayoría, por criminales que debían haber sido enviados a la Guardia de la Noche, por lo que, durante las persecuciones, muchos acostumbraban a saquear las casas y violar a las mujeres. Pero, lo peor era que, al frente de estas milicias, el rey Bran había colocado a los Inquisidores, septores fanáticos dispuestos a lo que fuera para erradicar de Poniente cualquier vestigio de adoración al Señor de la Luz. No solo miraban para otro lado ante los saqueos y las violaciones, también solían emplear la tortura y quemaban en hogueras a los que consideraban herejes.

Por ello, a esa gente le parecía en aquellos momentos más seguras las Islas del Hierro o cualquiera de los reinos que seguían a Daenerys Targaryen que los territorios controlados por la Corona.

***

Era ya de noche y decidieron acampar en una pequeña playa. Los hombres más jóvenes montaron guardia por si alguna milicia llegaba en plena noche. Estos solían llevar antorchas encendidas, por lo que podían verlos desde lejos. Sin embargo, desconocían que, en aquellos momentos, la amenaza no iba a llegar desde tierra.

Unas extrañas criaturas comenzaron a emerger del agua y adentrarse en la playa en dirección a los aldeanos dormidos. Su aspecto era asemejado a una especie de mezcla de pez y reptil, pero tenían brazos y piernas y caminaban como humanos. La luna estaba cubierta y todo estaba muy oscuro, pero aquellos seres parecían orientarse muy bien en la oscuridad.

Cuando los aldeanos se dieron cuenta ya era demasiado tarde. Los monstruos cayeron sobre ellos como lobos hambrientos. Entre una orgía de gritos y llantos, los hombres eran despedazados con dientes que parecían cuchillas, las mujeres eran arrojadas sobre la arena y violadas salvajemente y los niños eran arrastrados hacia el mar.

Al amanecer, un explorador de la Casa Mallister se encontró con el espectáculo. Toda la playa estaba llena de despojos humanos con los que las gaviotas y los cangrejos se estaban dando un festín. El tipo llegó a vomitar varias veces ante aquella visión. Jamás había visto algo así. Ni los Hijos del Hierro eran capaces de hacer una carnicería como aquella. Pensó que, tal vez, lo hubieran hecho las milicias, las cuales estaban cada vez más desatadas. Sin embargo, cambió de opinión cuando vio aquellas huellas en la arena. Huellas de píes palmeados que no pertenecían a ningún ser humano.

Rápidamente, regresó al castillo para dar la alarma sin comprender del todo que había ocurrido allí y sin saber que aquel solo era el primero de muchos ataques.