MEEREEN

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Daenerys se dio un baño de masas en las calles de la ciudad. Desde que fue llevada allí no paraban de circular los rumores y las discusiones entre quienes creían que la reina había vuelto a la vida y los que no lo creían e, incluso, lo negaban. Estos últimos eran los antiguos amos, quienes quisieron aprovechar la muerte de la Reina Dragón para tratar de recuperar el poder y restablecer la esclavitud.

Sin embargo, la reaparición de Daenerys disipó toda duda de su regreso.

¡Mhysa! ¡Mhysa! –gritaban los que antaño fueron esclavos a la que era su reina y su libertadora.

No obstante, algunos antiguos amos la acusaron de ser una impostora. Daario se dispuso a desenvainar su espada dothraki y darles muerte, pero Daenerys lo detuvo antes de bajarse la parte superior del vestido y mostrar a los presentes la cicatriz de su pecho.

Si, morí al otro lado del Mar Angosto –gritó a los presentes en valyrio –. Fuí traicionada y asesinada por hombres en los que confiaba. Pero no podía dejar este mundo mientras aún continuara habiendo gente oprimida viviendo en él. Por eso, he vuelto de entre los muertos para continuar con mi labor.

La muchedumbre estalló en una ola de júbilo. Los antiguos esclavos continuaron vitoreándola y alabándola al grito de Mhysa mientras que a los antiguos amos no les quedó más remedio que unirse a ellos.

– Todo esto llegará a oídos de los habitantes de Astapor y Yunkai –le dijo Kinvara –. Nadie en la Bahía de los Dragones volverá a dudar de vuestro regreso.

– Me parece bien –dijo Daenerys mientras se volvía a colocar el vestido –. Ahora, volvamos a la Gran Pirámide. Hay mucho por hacer.

Una vez en la Gran Pirámide, Daenerys, Daario y Kinvara se encontraban sentados en la mesa redonda de la sala de consejos.

– A parte de mi dragón ¿De cuantas fuerzas dispongo ahora mismo? –preguntó Daenerys.

– Tenéis a los Segundos Hijos a vuestra disposición –dijo Daario.

– Los soldados de la Mano de Fuego también os respaldarán, majestad –dijo Kinvara.

– No son suficientes. Además, los Segundos Hijos defienden la Bahía de los Dragones y la Mano de Fuego defiende vuestro templo en Volantis. Hay que reunir a los Inmaculados y los Dothrakis y avisar a mis aliados en Poniente. Debemos enviar cuervos cuanto antes.

– Es preferible no utilizar cuervos –dijo Kinvara –. Bran puede controlarlos. Además de hacer que no lleguen a su destino, se enteraría de nuestros planes.

– Con sus poderes, podría estar ahora mismo en esta sala enterándose de todo –dijo Daenerys preocupada mirando en todas direcciones.

Kinvara negó con la cabeza.

– El poder del Señor de Luz nos protege. Ya ha intentado acceder a nosotros, lo he sentido, pero lo único que verá son sombras. Tampoco podrá controlar a nadie cercano a vos utilizando sus poderes de cambiapieles. Vos estáis a salvo, vuestra sangre Targaryen impide que pueda controlaros, y Drogon también. Bran intentó controlarlo, pero los dragones pueden resistir a los cambiapieles. Los demás –miró a Daario –seréis inmunes a ese poder mientras esteis cerca de Daenerys, así Bran no podrá dañarla utilizando alguno de vuestros cuerpos.

– ¿Y qué pasará cuando estemos lejos de ella? –replicó Daario –. Bran podría hacer que nos suicidáramos o nos matáramos entre nosotros.

Kinvara suspiró mientras se ponía muy seria.

– Hay algo que podría protegeros.

– ¿El qué? –preguntó Daario ceñudo.

Kinvara miró a Daenerys fíjamente.

– Beber la sangre de un Targaryen puede anular ese poder. No es necesario que sea mucha cantidad.

Tanto Daenerys como Daario abrieron se sorprendieron al tiempo que se hacía un silencio sepulcral en la sala hasta que Daario se decidió a hablar.

– Creo que mejor me arriesgaré.

Daenerys, en cambio, se puso en píe y rodeó la mesa hasta llegar donde se sentaba Daario, a quién extendió la mano.

– Dame tu cuchillo –le ordenó.

– Mi reina, por favor... –trató de decir él.

– ¡El cuchillo! –ordenó con más brusquedad.

Daario dudó una segundos, pero obedeció. Daenerys cogió aquel cuchillo cuyo mango tenía la forma de una mujer desnuda y se hizo una herida en el antebrazo de la que empezó a brotar sangre. Sin dudarlo, le ofreció el antebrazo a Daario, que de nuevo volvió a dudar antes de llevarse el antebrazo a la boca y chupar la sangre que salía de él.

En cuanto terminó, Kinvara corrió a curar la herida.

– No os preocupéis, majestad. No es necesario que todo vuestro ejército beba vuestra sangre. Tan solo vuestros principales lugartenientes.

En cuanto terminó de curar el antebrazo, cada una volvió a sentarse en su sitio.

– Ahora que hemos terminado este ritual vampiro –bromeó Daario mientras se limpiaba la sangre de la comisura de los labios –, que tal si planificamos la estrategia a seguir.

– Si no podemos usar cuervos –dijo Daenerys –, hay que encontrar otra forma de ponerme en contacto con mis aliados.

– Por eso no os preocupéis, majestad –dijo Kinvara –. Mientras estabais inconsciente, envié a mis sacerdotisas-. Ellas avisarán a vuestros aliados y les protegerán de los poderes de Bran.

– Todo eso depende de que las crean –dijo Daario algo incrédulo.

– Las creerán –replicó Kinvara –. Mis sacerdotisas son tan convincentes como yo.

Daenerys, en cambio, tenía la mente en otra cosa.

– Por cierto ¿Dónde está Drogon? –dijo de pronto –. No lo he visto desde que desperté.

Kinvara sonrió.

– Está en la ciudad, no os preocupéis. No quiere separarse de vos hasta que no vea que estáis bien. Además, quiere llevaros de nuevo a Valyria, tiene algo que enseñaros.

Tanto Daenerys como Daario fruncieron el ceño.

– ¿A qué te refieres? –preguntó Daenerys.

– ¿Nunca os habéis preguntado que hizo vuestro dragón cuando estuvo tanto tiempo desaparecido? ¿Por qué se comportaba de esa forma tan agresiva?

Daenerys recordó con tristeza esos fatídicos días en los que Drogon se comportó de forma muy salvaje, llegando a matar a una niña en uno de sus ataques a un rebaño. Sus acciones la obligaron a tener que encadenar a sus otros dos dragones, una decisión que aún lamentaba. También recordó el tiempo que estuvo desaparecido, sin que ella supiera que le había pasado. Tyrion le dijo que lo vio sobrevolando Valyria pero, a parte de eso, no supo nada más de él hasta que apareció para salvarla durante el ataque en el Reñidero.

– Vuestro hijo tiene una sorpresa para vos en Valyria y quiere que la veáis –continuó Kinvara.

Daenerys se puso en píe y se encaminó hacia la gran terraza que había a lo alto de la Gran Pirámide seguida de Kinvara y Daario. Una vez allí, buscó con la mirada. No podía verlo, pero si sentirlo. Finalmente, sonó un gran rugido y Drogon apareció volando, quedándose aleteando frente a la terraza con la mirada fija en Daenerys, quién podía sentir lo muy feliz que su hijo estaba al ver que su madre aún vivía. 

Ella se acercó a él y extendió el brazo, acariciándole el morro mientras le miraba con una gran sonrisa. Se volvió hacia Kinvara y Daario, en cuyas manos dejó el gobierno de la ciudad y la protección de la Bahía de los Dragones. Acto seguido, se subió sobre el dragón, el cual se alejó volando de la ciudad mientras Kinvara y Daario los observaban alejarse desde la terraza. 

– ¿Qué es lo que hay en Valyria? –preguntó Daario ceñudo.

– Pronto lo averiguarás –dijo Kinvara con una sonrisa.

DAENERYS TARGARYEN: EL REGRESO DE LA REINA DRAGÓNWhere stories live. Discover now